lunes, 28 de noviembre de 2011

El viejo y el gato 2da entrega.

Los perros se acercaban cada vez más a la casa, husmeando con desesperación algo que, evidentemente, percibían con su olfato aguzado por la sed y el hambre. El gato se encorvó y gimió un canto de guerra, un oooooaaaaaá, oooooaaaaaá, ahogado e histérico, se le erizaron los pelos como púas, las garras se clavaron en las grietas de la madera del piso y sus ojos en sus enemigos; la cola vivoreaba en el aire que contenía y diseminaba el hedor que poco a poco tentó las narices ávidas de carne.
El viejo miró el anillo y recordó, con ruido de hojas deshidratadas y crujido de ramas quebrándose, que alguna vez había tenido un significado esa simple argolla opacada con sangre seca. No reparó en los perros que lentamente subían a la galería y le gruñían a la silla esterillada, como si pudiesen ver a través suyo. Tal vez pareciese un trozo de charqui, menos atractivo a esos animales que necesitaban de algo húmedo a la vez que sustancioso, tal vez lo reconociesen todavía como aquél que les daba el sustento cuando aún quedaba algo que tirarles al hocico.
Observando el horizonte oía los gruñidos y los chasqueantes mordiscos de adentro de la casa, la desesperada lucha por hacerse de un trozo de putrefacción. Pronto todo quedaría limpio hasta los huesos; hasta el aire.

viernes, 18 de noviembre de 2011

El viejo y el gato.

La casa oteaba el horizonte, sus aleros y galerías se quedaban con el exceso de luz en pleno mediodía de verano. Una leve brisa caliente soplaba de a ratos y movía las cortinas deshilachadas, desgarradas por el abandono y su entrega a los años. En medio de una geografía plana, parecía un túmulo de esperanzas perdidas cubierto de tejas españolas, antiguas, viejas como la mentira. Los eucaliptos machos y hembras que la rodeaban por detrás y los laterales, daban la sombra necesaria para que la construcción no fuese un crematorio de ánimas, y se acordaban todas las noches, de cantar con voces parecidas a ellas, con sonidos que desde la ruta sonaban como el coro lúgubre de los extraviados del paraíso o los habitantes del purgatorio, o como los gritos ahogados de quienes tratan de despertar de una pesadilla. El frente estaba liberado de obstáculos para la vista de esa llanura que, desde el perímetro de la vivienda, se extendía uniforme hacia la línea horizontal, límite del plano de pastos resecos hasta donde alcanzaba la mirada, una imagen mareada por el efecto turbio de los reflejos del sol en esa atmósfera cuasi desértica, como si fuese el aliento de la tierra, su respiración, semejante al jadeo de los perros que necesitan agua. “Se van a morir”, le dijo el viejo a su gato sin levantarse de la silla esterillada. “Se van a morir”, volvió a decirle al gato que, sin mirarlo maulló un “weee” desganado y entró a la casa. “Todos morimos algún día, o alguna noche”, le habrá dicho en ese lamento.

El viejo, enjuto, piel de corteza de roble añoso, manos de barro y ojos de pasado pisoteado, tenía la costumbre de sentarse debajo de la galería, delante de la puerta de entrada, mirando al este hacia la divisoria del cielo y el infierno. Al este; por la tarde. Nada más estúpido que perderse el atardecer por darle la espalda.

Un rato después, el gato vuelve a la galería masticando un pedazo de carne que encontró por ahí, y escupió una alianza.

martes, 8 de noviembre de 2011

Video anticipando la salida de Epaminondas.

Nada para decir, ya es mucho. Y no se trata de silencios, se tata de palabras lejanas que ya cumplieron su ciclo vital y murieron transformadas en lo que uno es.


Epaminondas Chazarreta está a punto de salir a la calle. Parece una biografía, pero es una biografía desautorizada que, con humor, pone en su personaje  un proceso interior propio de cada uno de nosotros, quienes encontraremos en él un espejo donde identificarnos. Se conocerán sus frases célebres, todo el humor y la emoción que pone en sus reflexiones y en el recorrido que se realiza por diversos episodios de su vida. Epaminondas es en realidad, el seudónimo de ese mismo personaje que se escuda y apoya en su heterónimo para evitar reconocerse, hasta que su propia creación se le rebela, demostrando que nada debe darse nunca por sentado, especialmente cuando se trata de ser quien se es.

Prologado por Carina Andrea Acosta. Ilustración de tapa de Noelia Gaillardou.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Colección ArteSana del Ánfora Etrusca


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Oliverio Libros y Revistas
Rivadavia 217
Granadero Baigorria