Usamos las palabras como la silueta que se dibuja a lápiz, en una pared, siguiendo el borde de la sombra proyectada de cualquier cuerpo. La palabra siempre es ausencia. Con la palabra se aproxima el tiempo y la distancia. Con la palabra acarreamos.
La poesía abre el contacto directo con lo que se observa, no es la silueta remarcada de una sombra: es el lápiz, es la pared, es el cuerpo y la misma sombra.
La poesía abre el contacto directo con lo que se observa, no es la silueta remarcada de una sombra: es el lápiz, es la pared, es el cuerpo y la misma sombra.
Con la poesía todo está ahí, dicho y no dicho, como en un sueño o en un lapsus; como la música, como un Aleph.