En fin. Dejando atrás nuestra frustración por un trabajo desacreditado luego de la repentina aparición de Epaminondas, hacemos saber a los lectores que hemos decidido continuar con el seguimiento de este personaje que no tiene nada de particular, que no es ilustre, que es un desconocido, pero que ha experimentado algo digno de estudio; al menos es de nuestro interés. Lo vimos muerto. No estaba muerto. O tal vez murió y resucitó, hay testimonios de muchas personas que pasaron por la experiencia, lo cual no indica que así haya sucedido con él. Eso todavía está por verse. Pero lo interesante es que ya está dejando testimonios escritos, producto de sus nuevas experiencias en esta vida que lo sorprendió un poco perdido. Evidentemente está buscando ser. Eso simple y complicadamente. Ser. Y no es la publicidad de nada light -si se nos permite la referencia para despegarnos del bombardeo mediático-. Ser.
¿Qué nuevos pensamientos podremos conocer, habrá cambiado en algo su manera de pensar? ¿O acaso nunca pensó realmente?
Luego de su paso por un formidable bar, nos tomamos el atrevimiento de quedarnos con una nota escrita por él en el reverso de la cuenta, que decía: "No tengo un mango para pagarte, hermano, pero te dejo esto: 'Las manzanas y las personas no solamente caen por su peso, sino porque están maduras, listas para que la ley descubierta por Newton haga lo suyo'. De nada."
El mozo del bar estuvo a punto de salir de pique a buscarlo de los pelos pero logramos detenerlo a tiempo, para evitar una tragedia. En medio de los improperios -no justamente los de viernes santo- tratamos de demostrarle la importancia de ese papel, el valor intrínseco adquirido a través de esas palabras que Epaminondas dejaba como pago. Al mozo no le importó un zoquete. Le pagamos y fin del asunto.