
Sos uno de esos caminitos que uno encuentra a la vera de algún río, esos que parecen estar hechos por nadie, en medio de árboles y yuyales, esos días de otoño en los que uno decide salir a caminar por ahí. Uno tiene la sensación de que no quiere llegar al final, sino simplemente recorrerlo, disfrutarlo, casi sin pensar en nada; ni siquiera en que hay que detenerse en algún punto para iniciar el regreso antes de que oscurezca. Pero está tan lindo hoy el día, el sol no molesta; cobija. El viento no despeina; agasaja. Y el único paisaje que comprendo es el mío.