sábado, 29 de enero de 2011

Todos los días

Alguien tiene miedo a leer sobre la muerte. Sin embargo, normalmente se topará con ella sin que lo llame, porque no será el momento. Alguien tiene miedo de que la muerte lo toque y no se enterará cuando lo haga. Irá por la vida lamentando su terrible ventura por ser un mortal más, sin embargo sabe que no vivirá por siempre. Allá no hay nada, se dirá; o allá conoceré todo.
Con su hato al hombro caminará por su barrio, ése que lo ve mojarse en los zaguanes, en los bancos de la plaza, o en la parada de colectivos techada. Que lo ve tiritar, helado hasta las tripas llevándose a la boca un tetra adquirido con monedas. Bajo las rastas, naturales, su cabeza cruje, se estruja y piensa: "No leeré nada sobre la muerte".
Y en aquella esquina en ochava, debajo de la ventana ve, una bibicleta pintada en la pared; una bicicleta que nadie monta, vacía y llena de preguntas. Y piensa: "No leeré nada sobre la muerte". Y seguirá caminando, para no congelarse.
Alguien lo cruzará, alguien que siempre lo observa deambular por ahí, y pensará: "No leeré nada sobre la muerte", y se subirá a su nuevo automóvil, como todos los días, después de darle sus monedas al mendigo; y éste escribirá en algún muro, luego de agradecer el gesto: "Un día más, y nada más."


La muerte de un poeta

Recomiendo escuchar primero esta excelente versión de Chenoa (Abrir en pestaña nueva) El hombre del piano, Billi Joel, por Chenoa.
Para acompañar la lectura (Abrir en pestaña nueva): Alfonsina y el mar interpretada por Luis Salinas


La muerte de un poeta
busca la gloria
el mar lo busca,
el fármaco
pide
grita
por la boca
del poeta.

Más allá,
siempre
allá insondable.
Búsqueda
vana
pues la gloria
de la muerte es
terrena.

La muerte de un poeta
no quita nada
si él deja todo.
Llevará la presa
entre sus garras
y sólo eso,
no le otorga nada
más,
mas que
gloria terrena
y solo esa,
si olas
si cuchillo
si fármaco
cuerda
o bala.
Nada.
Hacia la misma nada
llega
la muerte del poeta.

viernes, 28 de enero de 2011

El plomero nunca fue

Plica
replica
blanda
blandiendo
blondas
sobre los platos.

Plática
práctica
puebla de agua.

Típica tortura,
críptica
se multiplica,
pican al Ánfora
la salpican.

Otean,
brincan,
escurren.
Cíclicas.

martes, 18 de enero de 2011

En tu piel se escribe la historia



 


En tu piel
escrita la historia
arada por la memoria
sembrada por el tiempo
cosechada por la experiencia.
En la piel
se leen
se observan
relatos
de tu propia vida.

lunes, 17 de enero de 2011

Mateada sola o acompañada




Verde
palabra usada
compartida.
Verde
hasta que chille
y afloje
y entonces,
verde
de nuevo
al ruedo
o conmigo misma.

viernes, 14 de enero de 2011

Exilio

Recomiendo escuchar este tango mientras o después de leer la poesía: Volver - Carlos Gardel


Dos patrias
una vida
dividida.

Donde volver
es la ida,
es irse
y quedarse
es regresar
sin regreso.

Es eso.

Una eterna
melancolía
del retorno.

domingo, 9 de enero de 2011

Buen provecho. Epaminondas Chazarreta

     El Turco es un tipo especial, es el que prepara los mejores sandwichs de milanesa de la zona, aunque no se anda fijando en higienes exageradas. Yo no me preocupo porque si ya me morí una vez, qué me hace una vez más; pero hasta ahora no pasó nada y son los más ricos y enormes "sanguches", como los llama él. El pan es una varilla enorme, la parte al medio y le pasa una pincelada de mayonesa, le pone huevo, tomate, lechuga, tres fetas de queso y dos de paleta cocida. Mientras tanto mete la milanesa en la freidora y ahí debe estar el secreto del sabor y la adicción que me genera. Algunos coinciden en que la particularidad reside en las gotas de sudor que caen de su cabeza, pasan por el pecho y usan el abultado vientre como trampolín hacia el aceite; pero, como dice él mismo: "El calor te mata todo lo bichio, manducate eshte sanguche que no te dan má gana de morfar ashta dentro de do día, mínimo."
     Al comúnmente llamado "familiar de milanesa", lo envuelve en papel, ese tipo de papel que se usa en los paquetes de las fiambrerías, un poco grisáceo y grueso, papel que es bastante absorbente y en el cual suelo escribir las palabras con las cuales le pago por su servicio. Lo mío es canje o le doy lástima, pero lo bueno es que tengo comida a cambio de mi esfuerzo intelectual. Me doy cuenta de que cada vez me cuesta más encontrar una zona del envoltorio que me sirva para escribir, porque el aceite lo deja transparente y el Turco no es de andar mezquinando en fluido. Entonces me trae el paquete, bien prolijo y me dice:  "Sha stá el sanguche, dishfrutalo hermano".
     Comerse semejante zapatilla no es tarea tan fácil de empezar y mucho menos de terminar, porque es tan alto que una mordida no lo abarca; y el problema que tengo es que al tipo le gusta escuchar mi "provecho" cuando lo termino, y eso me lleva más o menos unos noventa minutos; calculado. Parece que escuchar eructar a sus comensales le genera gran satisfacción por la tarea realizada. Mientras me mira comer, tiene el pucho en la boca y un ojo medio cerrado por el humo del cigarrillo que sube por el costado, en realidad siempre anda con el pucho prendido incluso mientras cocina y prepara los panes y las demás cosas. Cuando mira, cruza sus brazos sobre el abdomen, cabeza en alto; esperando.
     Cuando termino de deglutir el último mordisco, siento cómo el gas se me va acumulando a la altura de la garganta y expulsarlo suele ser grotesco, pero alivia los malestares. El ruido puede controlarse por lo general, pero tengo que hacerlo notar; tiene que ser sonoro y saludable. Pero ayer, justamente le comenté, como quien no quiere la cosa, que era medio grasa eso de andar eructando así, y ahí, el Turco, se sacó la colilla de la boca para hablar, generalmente no lo hace, y me dio clases de sabiduría popular. Me dijo: "La grasha, para mucha gente e como decirte que so un tipo ordinario; y yo digo que ashí como la grasha deja trassparente al papel, también a la persona la hace trassparente. ¿Me entendé?" Y yo lo entiendo al Turco; un tipo transparente.
¡Berp!

Reflexiones, dichos, comentarios y otras yerbas propias del Ánfora Etrusca

* "Así es la vida que nos obliga a pensar e integrar el hecho de vivir de tal manera que no tengamos que arrepentirnos, y la mejor manera es simplemente asumir la responsabilidad de cada paso."

* "Es imposible frenar a la memoria cuando se dispara".

* "Si el exilio culmina en arraigo, se tienen dos patrias y una melancolía que no cesará jamás"

* "A veces imagino la posibilidad de que cada persona al nacer debería traer un manual del usuario, especialmente si los que nacen son nuestros hijos. De sólo pensar en que mis padres hubiesen contado con el mío, la plata que me hubiese ahorrado en terapia... "

* "El estado de hoy: Lluvia, con posibilidad de más lluvia y tormentas. Un poco salada cae el agua, ya la probé."

* "Los buenos momentos abrazan al corazón."

* "Hoy soy como un pulpo, no por lo babosa, necesito muchos brazos para todos los que hacen especiales mis días."

* "No tengo más palabras por hoy excepto estas dos: Sin arrepentimientos."

* "¡Buen día a todos los que tengan la suficiente irresponsabilidad de cruzarse en mi camino!"

* "Cuando dos personas no se entienden, no se entienden." (Próspero Grullo, personaje de Patricia Ferreyra en "Cosas del Ánfora Etrusca")

* "El cuerpo, soporte y medio, sin el texto no es nada más que búsqueda, porque no está completo."

* "Tanta tintura en el pelo parece ejercer un efecto en mi cerebro paralelo al de los agroquímicos y el suelo"

* "No sé qué pensar al respecto. Pero no lo dejo a tu criterio."

* "Tengo una sugerencia que desde hace un tiempo viene martillándome el cerebro -porque lo tengo y de vez en cuando funciona-: Si comenzamos a trabajar sobre la idea de que LA EDUCACIÓN NO ES EL FUTURO, SINO QUE ES EL HOY; las cosas comenzarían a hacerse seriamente y proyectándolas sí, hacia el mañana. Los niños no son los hombres del mañana, son los niños de hoy y hoy hay que darles bola." Patricia Ferreyra.

* "La esperanza es lo último que se pierde... primero se pierden las medias de a una. Estoy considerando la teoría del agujero de gusano que se abre en cuanto el lavarropas comienza a centrifugar... fiuuuuujuuú... y se va una de las dos medias hacia otro espacio-tiempo desconocido para el ser humano."

* "¿Los años se van o vienen?"

* "La sabiduría se lleva bien con la experiencia. La intelectualidad carga con gran cuota de ignorancia. Sin experiencia no se alcanza la primera; la ignorancia hace al intelectual."

* "El arrepentimiento implica un pesar, cuando pesa, hay que sacarse la mochila."

* "Verdad: Dad a ver."

* "Los cuarenta me sentaron bien... De culo."

* "Algunas personas necesitan recetas para cocinar, otras, cocinamos a ojo y gusto."

* "El ser humano no corre tan rápido como para que la vida no lo alcance."

* En una discusión en donde los temas parecen desconectarse cada vez más: "Más tienen que ver la zunga con el astrolabio que lo que estás planteando."

* "Locos... Un poco de aire y un poco de tierra, con mucha o poca conexión, sin cables. Los locos somos como teléfonos móviles." Epaminondas Chazarreta, personaje de Patricia Ferreyra, comentario en el muro de Patricia Ferreyra en Facebook.

* "El más honesto es quien se considera ignorante, porque al menos es dueño de una verdad y siempre lo será; en cambio, quien dice saberlo todo, miente. Eso es lo que lleva al intelectual a un continuo aprendizaje y al sabio a la reflexión." Epaminondas Chazarreta, personaje de Patricia Ferreyra.

* "Todo vale la pena si el resultado es un crecimiento equilibrado."

* "Me gusta la idea de que son los textos los que nos buscan y nos encuentran. Si bien esa idea no es mía, me parece que ando escondiéndome bastante bien."

jueves, 6 de enero de 2011

Te regalo

Te regalo
un cielo despejado
y me quedo con las nubes.

Te doy un presente
de vida atormentada,
donde la nada
está ausente.

Te regalo
una aurora con su halo
y me quedo con la lumbre.

domingo, 2 de enero de 2011

Sírvase utilizar la puerta de atrás para el descenso

En épocas de clases, viajar en transporte público es una invitación al contacto físico, a la interacción cuerpo a cuerpo. Una frase ampliamente difundida la define, en una especie de alemán criollo, "suban estrujen empujen bajen"

El problema de los colectivos es, fundamentalmente, la estrechez del pasillo que separa las filas de asientos dobles. Cuando la unidad se completa, todos los asientos ya están ocupados, se comienza a acumular el pasaje a lo largo del pasillito, caminito falto de holgura pero acogedor, generador del contacto piel a piel en verano y lana y paño en invierno.

En verano se contactan piernas lisas, peludas y cactus sin flores, estoy convencida de que deberían prohibir a los hombres subir con pantalones cortos y también debería exigirse el cumplimiento de esta norma a las mujeres poco afectas al rasurado periódico. Las musculosas, otro motivo de prohibición; aunque la libertad es mi emblema, votaría por tapar las axilas con vello abundante, expuestas al tomarse del pasamanos. Así, se transforman en cepillos nasales infaustos, en cosquillosas peluquitas malolientes.


http://www.blogodisea.com/imagenes-graciosas-5/imagenes-humor/

Los aromas u olores, según la época del año de la que hablemos, difieren notablemente. Si la unidad no cuenta con aire acondicionado, en verano la cosa se pone espesa, una espesura que arruga las narices; el olor a cebolla enmohecida no solamente proviene de la cocina centralizada que pasamos durante el trayecto, no señor, es un olor que nace del interior del coche, de los sobacos humedecidos; el olor de las pieles sudadas potenciado con algunos géneros que no son cien por ciento algodón. Queremos huir, pero ya es tarde, detrás de nosotros ya están en plena puja por su lugar, nuevos pasajeros con la misma necesidad que la nuestra: Llegar a destino. En invierno, las extrañas mezclas de escencias aromáticas de los diversos perfumes se confunden con el olor de la naftalina que se conserva en algunas de las prendas bien cuidadas de los ataques de las polillas.

-¡Ojo que cierro la puerta!- Anuncia a los gritos el conductor, y se oye una queja queda generalizada por dos motivos fundamentales: Hay que apretarse más entre unos y otros, y ya no entrará tanto aire para renovar el oxígeno, porque, a pesar de que las ventanillas están abiertas de par en par, parecen no dar a basto. Tanto con calor, como con frío, abrir y cerrar las puertas provoca reacciones en contra: en verano porque se cierran, en invierno porque se abren.

Cada viaje, así, es una invitación al disimulo y a la compostura. Encontrarse cadera con cadera, percibir esos roces de traseros y manos que suelen entrelazarse en los pasamanos puede ser placentero o sumamente desagradable. En fin, esto me recuerda cuando nos íbamos con la muchachada al picnic de la primavera que se hacía todos los años en el camping elegido para ese día. En la película "El picnic de los Campanelli", la escena del camión es bastante representativa de lo que se vivía en el trayecto. Pero hay algunas diferencias que Enrique Carreras no habrá mostrado muy explícitamente debido a que en aquella época se cuidaban mucho las cuestiones morales, claro. El caso es que en ese camión íbamos todos parados, porque si nos sentábamos, la Tota, el Chochi, el Churri, la China y el Osvaldo no cabían y eran los últimos de la barra en subir.


http://www.camionesclasicos.com/FORO/viewtopic.php?f=90&t=11270&start=15

Ya todos sabíamos que la Tota, andaba enamorada de Tito, el hijo del almacenero. El problema a resolver era, que ella, subiendo casi al final del trayecto de recolección de pasajeros, quedase al lado de su objetivo, ya que él era uno de los primeros en subir. Todos nos bajábamos haciéndonos los que ayudábamos con los bolsos y así, agarrando el brazo de algún despistado, tirando de la camiseta de otro paparulo olvidadizo, la cosa quedaba acomodada. No solamente para ellos, no… Ejem, éramos unos cuantos los que en primavera estábamos con alguna expectativa de pesca.

Y el camión, un Bedford de los años sesenta con caja de madera abierta tipo jaula, arrancaba sin paradas intermedias a destino, ya cargado con todo; canastos con comida, heladeritas con hielo y bebidas, bolsos con manteles y lonas, algunos silloncitos tipo reposeras, pelotas, guitarras; todo junto señores en la caja del camión que iba aullando canciones de tribuna futbolera. Y las hormonas, básicamente las movilizadoras del evento. ¡Eso era contacto cuerpo a cuerpo! Y se disfrutaba, porque ya una sabía al lado de quién se ponía para apretujarse; códigos de complicidad que se arreglaban de antemano.

Pero volviendo a esta dura realidad, viajar pegados no es bailar, como dice la canción, “igual que baila el mar con los delfines”; lejos está de ser tan romántico, podría compararlo más con una compactadora de pescados, por la sensación y el tufo; aunque algunas dotes de bailarín son necesarias para algunos casos particulares.

Uno de esos casos se presenta cuando, frente a nosotros en franco apuro por el descenso inminente, aparece un generoso y abundante abultamiento en el medio del pasillo, nalgas difíciles de acomodar sin que se detengan haciendo tope en el rostro de algún pasajero sentado. Este es un escollo complicado. Por un lado, el avistaje de gran parte del macizo de Tandilia, detrás del cual está el objetivo que es la puerta de descenso, absolutamente atestada de piezas de Tetris perfectamente acomodadas del otro lado, es decir, de la mitad hacia atrás. No se puede rodear, no se puede escalar, la montaña no va a Mahoma, no se mueve ni con las palabras mágicas: "¿Me da permiso?", porque no tiene permiso para dar. Parece haber quedado ahí, como la piedra movediza de Tandil que ahora está inmóvil, asentada en los huecos justos que le permitieron ajustarse hasta el momento de su deslizamiento hacia el fondo. Por el otro lado, un rompecabezas de piezas ajustadas perfectamente, con sus mochilas y bolsos, bultos de diversa índole que hay que ir desarmando para pasar. Un mínimo espacio suele abrirse al paso, y aquí sí, las dotes danzarinas son necesarias, ya que con gran destreza de bailarina clásica, es mi caso al menos, en puntas de pie, primero con el metatarso, y si con esta elevación no alcanza para encastrar sobre el trasero que se presenta, me remonto a la punta del dedo gordo; esto me da el giro necesario, la altura deseada, el equilibrio y la alineación perfecta; atendiendo a las justas curvaturas que hay que realizar con todo el cuerpo para encajar en el encastre que se presente y pasar hacia la puerta delantera; segunda opción para el descenso.

Entre "permisos" y "disculpes", voy llegando a la puerta delantera del colectivo.

-¡En la esquina, chofer, por favor!

-Señora, el descenso se realiza por la puerta trasera.

-¡Plop!

Mis pensamientos me ayudan a superar esta situación que vivo a diario y, de paso, el recuerdo me devuelve un poco de alegría y calma, para no partirle un salame en la cabeza al conductor.