domingo, 9 de enero de 2011

Buen provecho. Epaminondas Chazarreta

     El Turco es un tipo especial, es el que prepara los mejores sandwichs de milanesa de la zona, aunque no se anda fijando en higienes exageradas. Yo no me preocupo porque si ya me morí una vez, qué me hace una vez más; pero hasta ahora no pasó nada y son los más ricos y enormes "sanguches", como los llama él. El pan es una varilla enorme, la parte al medio y le pasa una pincelada de mayonesa, le pone huevo, tomate, lechuga, tres fetas de queso y dos de paleta cocida. Mientras tanto mete la milanesa en la freidora y ahí debe estar el secreto del sabor y la adicción que me genera. Algunos coinciden en que la particularidad reside en las gotas de sudor que caen de su cabeza, pasan por el pecho y usan el abultado vientre como trampolín hacia el aceite; pero, como dice él mismo: "El calor te mata todo lo bichio, manducate eshte sanguche que no te dan má gana de morfar ashta dentro de do día, mínimo."
     Al comúnmente llamado "familiar de milanesa", lo envuelve en papel, ese tipo de papel que se usa en los paquetes de las fiambrerías, un poco grisáceo y grueso, papel que es bastante absorbente y en el cual suelo escribir las palabras con las cuales le pago por su servicio. Lo mío es canje o le doy lástima, pero lo bueno es que tengo comida a cambio de mi esfuerzo intelectual. Me doy cuenta de que cada vez me cuesta más encontrar una zona del envoltorio que me sirva para escribir, porque el aceite lo deja transparente y el Turco no es de andar mezquinando en fluido. Entonces me trae el paquete, bien prolijo y me dice:  "Sha stá el sanguche, dishfrutalo hermano".
     Comerse semejante zapatilla no es tarea tan fácil de empezar y mucho menos de terminar, porque es tan alto que una mordida no lo abarca; y el problema que tengo es que al tipo le gusta escuchar mi "provecho" cuando lo termino, y eso me lleva más o menos unos noventa minutos; calculado. Parece que escuchar eructar a sus comensales le genera gran satisfacción por la tarea realizada. Mientras me mira comer, tiene el pucho en la boca y un ojo medio cerrado por el humo del cigarrillo que sube por el costado, en realidad siempre anda con el pucho prendido incluso mientras cocina y prepara los panes y las demás cosas. Cuando mira, cruza sus brazos sobre el abdomen, cabeza en alto; esperando.
     Cuando termino de deglutir el último mordisco, siento cómo el gas se me va acumulando a la altura de la garganta y expulsarlo suele ser grotesco, pero alivia los malestares. El ruido puede controlarse por lo general, pero tengo que hacerlo notar; tiene que ser sonoro y saludable. Pero ayer, justamente le comenté, como quien no quiere la cosa, que era medio grasa eso de andar eructando así, y ahí, el Turco, se sacó la colilla de la boca para hablar, generalmente no lo hace, y me dio clases de sabiduría popular. Me dijo: "La grasha, para mucha gente e como decirte que so un tipo ordinario; y yo digo que ashí como la grasha deja trassparente al papel, también a la persona la hace trassparente. ¿Me entendé?" Y yo lo entiendo al Turco; un tipo transparente.
¡Berp!