domingo, 23 de octubre de 2011

Nueva recopilación de frases espontáneas.

"Creo que me enamoré, de ese amor consciente y asentado, del hoy, del proyecto individual no truncado. De ese amor que aporta y no quita, del que se sabe gastado de pasado y sólo quiere ser. De ese amor me enamoré. Del que sabe que todo tiene un final y sin embargo lo intenta y es feliz."

" Hay frases que siempre aparecen en una relación, como "Nunca nadie te querrá como yo", "Con el levante que tengo puedo tener muchas minas mejores que vos", "Qué hago yo con vos, habiendo minas que están tan buenas..." Esas son muestras descartables."

"Me pidieron que comparta una cita célebre, y recordé cuando me encontré conmigo."

"Creo que debería aprender a decir sutilezas de tono escatológico. (Heidi a la Señorita Rottenmaier)"

"Alguien me prometió una carta. Una carta es como una promesa, una paloma entintada, un anillo grabado, la palabra dada. ¡Dámela de una vez, pedazo de insensible!!!!"

""Ahora que lo pienso, no creo que exista un verbo que se use para "hacerse amigo", una sola palabra; no es "amigarse" porque necesita una pelea previa... "Amistar", yo me amisto."

De Diálogos Inspirados, con Carina Andrea Acosta."

"La mentira es un camino cuyo comienzo aparenta ser sencillo y permite lograr objetivos cercanos. Pero ni siquiera es un camino de cornisa, es una cuerda floja que ruega la quietud del viento y jamás permite el descanso en la paz que la verdad ofrece cuando una persona se hace cargo de sus decisiones."

"No victimizarse es la clave para sacar fortalezas del dolor. Sin embargo, tenemos que enfrentar el proceso que nos permite vernos desde otro lado y no siempre desde adentro."

"Capa a capa, la vida puede ser una cebolla difícil de pelar y luego desarmar. Sorprende la facilidad con que se puede abrir, la misma con la que nos hace llorar. Dicen, que haciendo tal o cual cosa, no lloramos. Dicen. ¡Qué fácil se dicen tantas cosas!"

"Seeeee, Heidi es un personaje de Juana Spyri, y cuando salía con Pedro, más de una vez se le escapaba un cordero. Moraleja: Más vale cordero asado que cayéndose por el acantilado."

"Descuiden: Cuando decida ser hipócrita, no le avisaré a nadie."

"La fuerza perlocutiva no depende siempre de nosotros y nuestras actitudes, pero nuestra ilocución es una parte indispensable para una comunicación, que no siempre resulta eficaz. ¡No sé de qué estás hablando!"

"No tengo la solución a los problemas que cada uno tiene, no puedo acordar con todos ni pensar siempre igual que todos, no puedo seguir una idea si antes no la analizo y tomo postura. Permitime la crisis, permitime el discenso, permitime buscar otras ideas y pararme en mis convicciones sin presionarme en lo que me lleve lograrlo."

sábado, 22 de octubre de 2011

Demasiado largo para un long play


Esa mañana comenzó el acabose; aunque parezca contradictoria, semejante afirmación es absolutamente real, porque lo que comenzó como un simple momento televisado, una presentación que debía ser una más de las tantas, se diría que terminó en un caos controlado sin final posible. Aclaremos esto; un final eterno, suspendido en el aire real más allá del aire televisado y todavía no se ha encontrado la manera de terminarlo definitivamente. 
El estudio de televisión era un espiedo gigantesco cuyo calor manaba de los cañones de luz, de los seguidores cuyos haces enceguecen a su objetivo, paradoja de quien se muestra y no ve; y aunque las dimensiones del recinto son de un tamaño considerable,  para la cantidad de personas que estábamos ahí adentro esperando que nos diesen la orden de “aire”, era insuficiente.  Aunque ya estoy acostumbrado al terrible calor que se soporta cuando el aire acondicionado no funciona bien, me rompe soberanamente los kiwis, ya arrastrados por el piso, además de chamuscados, que el encargado del mantenimiento acate las órdenes de ahorrar energía y disminuya la frecuencia de encendido para bajar la temperatura. Él cuida su laburo pero no la salud de los que nos asamos de a poco acá adentro. No quiero ni pensar lo que sentían los músicos mientras esperaban para ponerse a tocar, y a tocar en serio, los cables cruzaban por debajo del escenario hasta la consola del director, parece que lo que querían lograr era el primer videoclip del grupo tocando sin playback. Les debían quemar los instrumentos en las manos. Parecían tipos piolas, un poco estrafalarios, hacen rock y usan trajes, no sé, no me cierra la idea pero bue, tienen demasiados fanáticos como para encontrarle un defecto a la imagen que dan, no arriesgaría un comentario negativo, aunque fuese constructivo, en medio y ni siquiera a espaldas de esa turba fanatizada, embelesada, expectante. El mutismo del público es lo que más aterra, eso es a lo que más se teme, igual que los silencios de los psicópatas al acecho, la calma que precede a la ira de Zeus.
Antes de que ese día llegara escuché algunos temas de estos chicos, nos habían avisado que venían con una semana de anticipación, aparentemente tenían la agenda hasta la jeta de giras, entrevistas y presentaciones como ésta; son buenos, muy buenos. Pero el fanatismo que veo en el público me supera, como me superó la estúpida decisión de salir al aire con tanta gente en el estudio, no sé, se me ocurre que no fue buena la idea del productor. Pero yo soy un pinche, nada más que un camarógrafo que obedece las órdenes del director.
Desde que comenzaron a tocar, el galpón tuvo que ser ampliado. Se pensó en la posibilidad de cerrarlo herméticamente hasta que los músicos dejaran de ejecutar sus instrumentos y cantar, pero no hubiese sido muy humano ni piadoso final. Lo que se hizo fue procurar que la energía eléctrica jamás sufriese una interrupción para que la música siguiese sonando y una gran pared de durlock dividió el escenario, con todas esas personas incluidas, para separarlos del resto de las actividades que se siguen realizando normalmente acá adentro. Lo único que mejoraron fue el tema de la temperatura en ese sector, los músicos eran corderos  acorralados por el público, quedaron en medio de esos monstruos que habían generado con su música y que esperaban el final del tema para abalanzarse sobre ellos y devorárselos tal vez; una multitud antropófaga a la espera de hacer algo con ellos, fagocitarlos, degustarlos, llevarse un trozo de cada uno, un mechón de cabello o un dedo; un zapato o un ojo.
Los del grupo se dieron cuenta de la situación cuando, casi terminando el tema, varias personas se acercaron corriendo, demasiado cerca, muy cerca; detrás de las primeras fanáticas se abalanzaron todos, todos absolutamente los rodearon y se quedaron así, como están ahora, sin corear Hey Jude porque les habían dicho que estuviesen en silencio para que la grabación no se arruinara. Así, esperan el final de la canción, demasiado larga como para un simple, más todavía para un long play de vinilo. Por supuesto dejé de enfocar la cara del cantante cuando sus ojos se desencajaron y los gestos del llanto, que desfiguran el rostro, afectaron la fotogenia. Se nos dio la orden de corte al cabo de varias horas de un agotador y repetitivo estribillo.
Lo que más me jode la existencia es que, además del calor que sigue haciendo en el trabajo, no logro sacarme de la cabeza el naaaaa, na, na, nananana… He-ey Jude. Pero uno se acostumbra, es una linda canción.

 

lunes, 17 de octubre de 2011

Compañera en las sombras


Foto: María Agustina Pascual

La escucho revolver los cajones del ropero; siempre me olvido de cerrarlos completamente y a ella le encanta sacar la ropa y meterse ahí. Peluda maniática de las prendas de lana, que en la oscuridad de mi descanso nocturno enciende su motor y lo deja en marcha largo tiempo, mientras rasca sin solución de continuidad el fondo de madera del cajón que dejó vacío. Dos únicas luces de alerta dicen que está despierta aunque ya no ronronee, esos ojos fotoluminiscentes penetran mis pupilas desveladas, varadas en el tiempo que no transcurre, insomnio cansado, el peor de los estados de semiconsciencia durante el cual pienso que podría hacer algo productivo, pero no. Definitivamente el cuerpo se resiste, pesa más que de día, más que la culpa y el engaño.

Cerrar los ojos no es garantía de sueño, mucho menos cuando de pronto el peso de un bólido carnívoro, surgido de las tinieblas precedido por sus faros incansablemente nocturnos, se arroja sobre mi cuerpo buscando el aterrizaje perfecto en la cama, no a mis pies, sino al costado de mi cintura. Y pesa. No sé si es por su propia masa o por mi estado calamitosamente débil que no soporta la presión de ese cuerpo tibio y suave, que deja pelos por donde sea en esta época de primavera. Nuevamente el sobresalto y el desvelo.

Y ahora no veo nada. Ni las dos luces de esa salvaje criatura en miniatura, representada en un minúsculo remedo de pantera, tal vez porque es la sombra de su sombra, y si cierra los ojos desaparece de esta atmósfera ciega que nos envuelve. Pero vuelvo a oírla, parece el incansable viaje de un auto lejano, apenas se oye el ronquido homogéneo que acompaña el acompasado tanteo del acolchado, lo presiento, y a veces dudo si es para esponjarlo más o para someterlo a sus deseos, con masajes como pasos mínimos de geisha pero con sus afiladas garras deshilachándolo impiadosa.

Y ahora el silencio, el acto de desaparición más imperceptible parece haberse llevado a cabo de manera exitosa, el sueño viene a mí entonces, rápidamente cierro los párpados arenosos, casi con esa sensación del quejido de una cripta que se abre, con un ardor que traspasa los límites de las órbitas.

Buenas noches.