«Se ha dicho que el hombre hace todo lo que hace con el único fin de enamorar mujeres».
Alejandro Dolina, en ‘Lo que me costó el amor de Laura’, Opereta Criolla, 1998
Este pensamiento me viene dando vueltas por la cabeza sin solución de continuidad: Todo lo que hace el hombre, lo hace para conquistar mujeres. Dolina, es uno de los tantos hombres que, bienvenido sea, se ponen las pilas y declaran con honestidad, las intenciones que subyacen cuando interactúan con alguna dama. Tal vez muchas de nosotras, tomemos este tipo de declaraciones como degradantes, sexistas, machistas o como quieran tomar postura; la mía es: HONESTIDAD masculina, la más abierta honestidad que nos permite saber el trasfondo de cualquier encuentro.
En el cuento ‘La conspiración de las mujeres hermosas’, Dolina pone en boca de uno de sus personajes: “Es que cada mujer que pasa frente a uno sin detenerse, es una historia de amor que no se concretará nunca.” Romántico o calentón, ¿importa eso?
Tal vez de allí surjan los piropos, esos desahogos masculinos en busca de nada en particular, en lo que se refiere al objeto de su grosería o de su galantería, excepto aliviar el impulso interior que le sube desde la entrepierna; que no es el caso que nos ocupa ahora, sino que lo interesante, es esa valentía, osadía o locura que los lleva a arriesgarse al lance ante una desconocida, o apenas conocida con la que quisieran pasar un buen momento, lo cual, traducido al lenguaje coloquial, ‘con la que quieren tener sexo en algún momento y lo más pronto posible’. ¿Dónde está el riesgo? Bien; se enfrentan a la posibilidad del sí, del no, de un bife, una carcajada o tal vez la humillación de dar con alguien que desparrame el acto de arrojo como si fuese un chisme.
Lo que no entra en discusión es cuando esto, se transforma en acoso; eso es deplorable y denunciable; hablamos de intenciones saludablemente normales, y que además, no toman una negativa como un fracaso, sino como parte de las variables a las que se exponen; resultados del arrojo al que los lleva su instinto. Eso es madurez.
¿Qué nos compete a nosotras? Frente a una situación de esas, lo que no se puede negar es el aumento de nuestra autoestima, eso corre por nuestra honestidad y autocrítica; y si pretendemos que no se nos tome por histéricas, pues no demos motivos, sabemos que esto es así y asumámoslo de una vez, si hay respeto, no ofende el lance y no hay por qué ofender al lancero.
Mis queridas XX: Lamento anunciarles que Heidi, era solamente un personaje de Johanna Spyri, y que a pesar de sus intentos, algún chivo se le escapaba.
Si no te cupo la pierna, o alguna cuestión moral te perturba, no lo andes mencionando como un chisme barato por ahí, al mejor estilo mediático, ni te burles de la situación ni te hagas la ofendida. Si, en cambio, estás disponible y con ganas, lo mejor es disfrutar un momento placentero, si continúa, bien, si no, también. Al fin y al cabo, tener un secretito luminoso, no es igual a un muerto en el ropero. Códigos, de eso se trata, de ambas partes.