viernes, 19 de marzo de 2010

Inoportuno deceso



Hipnótico, en su pretenciosa empresa por revolucionar el aire que me circunda, gira sus aspas lentamente preguntándose con insistencia: -¿Qué, qué, qué..?- Sólo ese lamento quiebra el sigilo con el que lo observo y adivino, entonces, su agonía.

Extraña margarita de escasos pétalos, pende monótona en un vano alarde de frescura: -Qué, qué, qué...- continúa su queja. Corola raleada; me quiere mucho, poco y nada. Parsimoniosas revoluciones sin revueltas.

Y yo lo miro. Y lo escucho. Y me adormezco sosteniendo la esperanza de que ese aire que promete atravesarlo sea viento al fin.


Pero lo veo morir de a poco y a medida que se acerca su aciago desenlace, persiste en sostener su vocecita dilatando sus silencios, y recita de este modo una elegía monocorde en su nombre: -Que, eh... que, eh... que,eh... Que.-


Y yo sigo sin dormir, lamentándome por la prometida brisa que nunca fue, habiendo sido testigo de un deceso inoportuno y elevando insolentes voces blasfemas en medio del mismísimo infierno.