La captura sólo dura un brevísimo instante escurridizo y fatal. Y ahí está, la aversión a ese ojo inquisidor, que estimulará el deseo de que pronto pase el trance y lograr la trascendencia esperada; ese ojo inescrupuloso que no dudaría un periquete -porque nunca tiene tanto tiempo- en empañar la esperanza de que sea fiel justiciero para con el objeto expuesto a su arbitrariedad; ojo caprichoso en manos inexpertas. Manipulado manipulador de mis gestos, sabe que la sonrisa se torna hostil y busca el rictus que la simule auténtica para guardarla en su memoria. Pero no lo logrará. He intentado burlarlo, ciertamente, mareándolo con incontables intentos meticulosamente analizados uno tras otro.
Y lo he conseguido. Al menos en parte. Nada fotografía mis verdaderas cualidades porque orbitan en el universo de las abstracciones y nada tienen que ver con la concreción de mi ser; sólo lo usan.
Lo he logrado. Una sobria sonrisa enmarcada en surcos que la legitiman, logra la secuencia del gesto auténtico: la elevación de los pómulos que comprimen a los verdaderos testigos, fiscales y jueces de mi imagen inmovilizada, sin dañarlos, claro; los comprimen de abajo hacia arriba para que, tal vez, ese trozo de realidad aprehendida pueda decir algo.
Y lo he conseguido. Al menos en parte. Nada fotografía mis verdaderas cualidades porque orbitan en el universo de las abstracciones y nada tienen que ver con la concreción de mi ser; sólo lo usan.
Lo he logrado. Una sobria sonrisa enmarcada en surcos que la legitiman, logra la secuencia del gesto auténtico: la elevación de los pómulos que comprimen a los verdaderos testigos, fiscales y jueces de mi imagen inmovilizada, sin dañarlos, claro; los comprimen de abajo hacia arriba para que, tal vez, ese trozo de realidad aprehendida pueda decir algo.