martes, 14 de agosto de 2012

De ideas y objetos; abrir la cabeza a la lectura y la escritura

Quienes suelen leer mis escritos, saben que mi vida depende de la escritura y la lectura como del alimento, el agua, el aire y el afecto. Para qué querría vivir si no pudiese expresarme, para qué querría expresarme si no me retroalimentara con las reacciones de los lectores. Formo parte de un colectivo que es solidario con esta necesidad. ¿Qué es lo que subyace en cada palabra elegida, en cada espacio reglado, en cada signo de puntuación seleccionado? ¿Qué se esconde detrás o debajo de cada línea necesaria a la sintaxis? Al escribir y al leer, ¿dónde es atrás o adelante? No sé si alguna vez han pensado en que cuando decimos que leeremos lo que está más adelante, en realidad, avanzamos en la lectura hacia la parte de atrás del libro. Busquen un libro y díganme cuál es la parte de adelante. La buscamos hacia la tapa; pero en la lectura, si queremos adelantarla, iremos hacia atrás, para el lado de la contratapa. Avanzar es ir hacia adelante aún en contra de lo que el objeto libro me indique como atrás.
Entonces podemos concluir que cuando se trata de un libro, hablaremos de un principio y un final, para poder ubicarnos en la lectura. El objeto o soporte de una idea puede ser de lo más variopinto, incluso son diferentes las maneras o modos de expresarla. Lo más importante: para que un objeto exista, debe haber una idea también que lo sustente.
Una idea en sí misma puede ser un objeto. Cuando un pensamiento es factible de análisis, uso y reflexión, pasa a ser objeto de tales acciones; tenemos como ejemplo teorías, suposiciones, axiomas, ideas, utopías, significados, reflexiones.
Pero pensemos en algo simple como una piedra. Un trozo de materia recortado en nuestra idea de piedra. Verán que las habrá de formas, tamaños y colores diversos cuando pregunte cómo es la piedra en la que pensaron; tal vez alguien haya pensado en una gema y otro en piedra para construcción. Ahora busquemos una. Si nadie supiese qué es una piedra no sabrían qué buscar, sin embargo, se me ocurrió un objeto de lo más popular en nuestro entorno. Y supongamos que todos las elegimos iguales, del mismo tamaño, color, forma; sacada de la misma cantera. ¿Diremos lo mismo de ella? ¿Todos sabemos lo mismo respecto de esa roca? ¿Qué lectura haríamos de ese objeto? Seguramente en cuanto al aspecto físico más básico podríamos describirla lo más parecido posible, pero al profundizar, no todos sabríamos si es de Córdoba o de Jujuy, por ejemplo, ni tampoco nos diría nada respecto de su edad o formación, o el entorno de donde fue extraída si no somos geólogos o si no sabemos nada de sus características; mucho menos algún significado simbólico a nivel cultural o de creencias si lo desconocemos, es decir, algo que el objeto represente; como la buena onda, suerte, energía, dinero, amor, es decir, el peso de significación que tiene esa roca si la dejo en mi bolsillo o me la cuelgo al cuello o si la guardo en la cartera. Tal vez también sea diferente el símbolo si a cada uno nos recordase algún episodio personal, como por ejemplo, aquél día en que le partí la frente de un hondazo a un amigo del barrio o si nos recordara la película japonesa Final de partida, del chelista que termina trabajando en una funeraria. Pero parece ser que la mayoría acepta que una roca simboliza un obstáculo, tal vez una molestia.
El cierre de este texto, en sí mismo, será una paradoja porque lo dejaré abierto. Apertura a la reflexión sobre la lectura, la escritura, el objeto y la subjetividad: ¿Leemos y escribimos porque conocemos las letras y su mecánica? ¿Podemos separar la lectura de la escritura? ¿Podemos separar al autor de un texto de su propia creación o es el propio texto el que cobra una vida independiente cuando es leído? ¿Quién o qué le da significado?