Caminaba por la vereda soleada, disfrutando del día primaveral, torturándose con el recurrente pensamiento “Debo dejar de fumar” cada vez que tenía que respirar profundo y le dolía el pecho. Pasó por la puerta de un kiosco y se dijo “Si compro cigarrillos me terminarán matando”, y continuó caminando. Tomó por el boulevard y se cruzó con un joven que estaba corriendo, ejercitándose. Pensó “No puedo correr ni tres metros sin agotarme”, escuchó una tremenda frenada, se dio vuelta y vio al saludable deportista bajo las ruedas del camión de reparto de gaseosas. El corazón se le paralizó. La gente se amontonó para ayudar a la víctima y él se cruzó al kiosco. El paquete de cigarrillos decía: Fumar es causa de muerte. Encendió uno y se arrimó al lugar del accidente para ver si podía dar una mano.