“La vida sería imposible si todo se
recordase. El secreto está
en saber elegir lo que debe
olvidarse.”
Roger Martin du Gard (1881-1958)
Novelista francés,
Nobel de Literatura en 1937
Alguna vez me di cuenta de
que a medida que relataba mis recuerdos, se iban borrando de mi memoria. Perdí
muchos. Sin embargo, permanecieron esas sensaciones corporales que dependían
del tipo de emociones que me generaban. Pecho apretado, corazón inflamado, boca
del estómago comprimida.
Por eso, hace poco había
decidido que no contaría nada más sobre mi pasado, experiencias, solamente para no perder más memorias, nada más
que por eso. No es bueno ir por la vida sin tener nada que recordar.
Pero desde el momento en que
dejé de contar sucesos, episodios y anécdotas, me di cuenta de que, los que me
quedaban, ya no me servían de mucho. Se estaban apelmazando. Entonces, reflexioné
que no es bueno ir por la vida teniendo que guardar, para siempre y para uno
mismo, los recuerdos, el pasado, la experiencia. Eso es doloroso.
Así que ya no me preocupo
por esas memorias que se van cuando las entrego a la vida. Simplemente, procuro
contarlas a oídos que no solamente oyen sino que escuchan y las recupero preguntando,
buscando e insistiendo en que me digan lo que acabo de decir, entonces las tomo
y las vuelvo a guardar para reiniciar el ciclo.
A veces retornan con algunos
cambios, pero no me importa demasiado. Las lijo un poco, les paso algo de
barniz, las lustro y las acomodo. Quedan más bonitas que antes y hasta parecen
recuerdos de otros.
Si alguna no regresa, mi
cuerpo las recordará en el pecho, en el corazón y en la boca del estómago, y no
sabré el por qué.