sábado, 20 de octubre de 2012

Los espejos de la Narrow Mirror

Los espejos, como todo el mundo sabe y lo sabe por fuerza de convivencia, además de devolvernos nuestra imagen cruzada, encierran una oscuridad tan impenetrable que se libera apenas se rompen.

Si rompió alguno, le advierto que el mito de los siete años de desgracias es cierto. Pero, y este pero más que adversidad manifiesta alivio, si lo que usted ha roto es un espejo nuevo en el cual nadie todavía se ha visto reflejado, incluido usted, las consecuencias son nulas.

Sin embargo esto es muy difícil. Inevitablemente, todo espejo que se precie de tal, ha tentado incluso a los operarios que los fabrican para que se miren en él; así reafirman su existencia de este lado del mundo y del otro lado, el oscuro. A los espejos y a los relojes no les interesa otra cosa más que esclavizarnos. Pruebe, átese un reloj a la muñeca y cómprese un espejo de bolsillo, pero no lo preste ni lo rompa. Eso lo supo muy bien Marcelino D., un ex empleado de Narrow Mirror, famosa fábrica, única con garantía especial por roturas, luego del episodio que  llevó a ese hombre al manicomio cuando, accidentalmente, rompió un espejo que hacía mucho tiempo que estaba en el depósito y no pudo recuperar nunca más ni su reflejo, ni su sombra, ni su libertad. Lo atraparon rompiendo deliberadamente cientos de espejos guardados al grito de ¡No sos vos soy yo! ¡Yo soy dios! Desde entonces, la empresa exige a sus trabajadores que jamás, jamás cedan a la tentación de observarse en sus productos.

Esa fábrica aún existe y es la única. Las demás son empresas que dicen fabricarlos cuando en realidad fraccionan los que hacen en la Narrow Mirror. Ninguno de sus empleados puede asegurar no haberse mirado nunca en alguno de los espejos. Tampoco se sabe si Marcelino se miró en alguno de los que quedaron sanos, en cuál, eran cientos. El eslogan de la empresa asegura a sus clientes una eficacia del 0,01% de margen de desgracias ante cualquier inconveniente por grietas o roturas. Claro que en las letras pequeñas del contrato o en esas ininteligibles y apresuradas palabras del final de los comerciales de radio, aclaran perfectamente sin que nadie lo note, que la garantía perece en el momento exacto en que alguien se mira en el espejo adquirido. Cada espejo se cubre con un lienzo hasta el momento en que sale de la fábrica. Las instrucciones recomiendan a las casas de venta y colocación que no los destapen, pero les sacan la tela apenas los reciben para controlar la calidad del producto y con la finalidad de exhibirlos en las vidrieras. Una garantía tramposa que los cubre de cualquier mirada no detectada dentro de la empresa.

Se puede observar al espejo, se puede ver lo que refleja, pero jamás es conveniente alinear la mirada propia con la de su reflejo, mucho menos si está expuesto en un lugar donde puede tentar a muchas personas. Cuando se produce la alineación con la mirada, la única reflexión lumínica que no se invierte, los espejos leen los pensamientos más sublimes y los alojan en la faz oscura, invirtiéndolos, y allí quedan almacenados hasta que se produzca su rotura. Es el momento en que salen a la luz, transformados en su negativo. Persiguen durante siete años a todos quienes se hayan mirado, no solamente a quien lo ha roto, causándoles tormentos psicológicos aterradores. Las pesadillas que se hacen realidad son los más comunes.

Procure siempre llevar su propio espejo comprado nuevo a donde vaya, y no se tiente mirarse a los ojos cuando pase por delante de alguno en el centro comercial, en un baño público, en casas ajenas. El único riesgo que corre de ese modo, es que le vendan uno recortado en el que se haya mirado Marcelino. Si se anima, raspe la parte de atrás y vea si tiene el logo de N.M. Pero eso corre bajo su responsabilidad.