martes, 23 de febrero de 2010

Moscas

Pequeñas manchas empetroladas, histéricas, turbulentas. Vacilantes pero decididas al tornarse firmes en el detestable objetivo que apetecen: mi plácido reposo.
No parece haber motivo alguno para su esmerado empeño, nada aquí debería ser de su interés inmediato; sin embargo, vibrantes y sordas, se obstinan en alterar a Morfeo en su intento por seducirme.
¡Ah! Circundantes monstruos evasivos a mis embestidas ciegas y poco certeras, parecen huir aterradas de mis zarpas y esparcirse en el espacio; sólo para regresar triunfantes cuando mi sereno amante intenta nuevamente su conquista.

sábado, 20 de febrero de 2010

Una lágrima del Paraíso


Clara sabía que era inútil resistirse a la idea de que todo terminaría así porque sí y nada más. Sentía que todo lo que llevaba vivido no le era suficiente para que se terminara su vida con tantas cosas pendientes. -Me quedan dos años- pensó esa mañana luego de ver el documental sobre el 2012. Pero recordó otras fechas fatalistas como los cambios de milenio, la llegada del cometa Halley y sus famosos gases venenosos, el Hale-Bopp que, según trascendió, traía en su cola una nave lista para ser abordada por la gente que se despojase de su cuerpo a tiempo, con rumbo a una salvación vaya uno a saber dónde. Sí, muchas personas optaron por el suicidio, algunas por temor y otras por sostener una esperanza.
Pero Clara, que tenía una hija, tenía sentimientos encontrados al respecto. Creía en las profecías pero al mismo tiempo había comprobado que las fechas y acontecimientos señalados pasaron y nada ocurrió. Es más, cantidad de hechos señalados como profetizados se descubren luego de que suceden. Entonces, decidió que tomaría las cosas con premura pero con esperanza. Buscó los mapas profetizados por Scallion. Gordon Scallion predice un cambio en la geografía terrestre producto del ascenso de las aguas, y allí buscó lo que sería el lugar en el que recibirían al tan controvertido 2012.
La Patagonia Argentina sería su lugar en el mundo. Una lágrima del Paraíso celestial caída allí en el momento de su creación, un sueño que la persiguió toda la vida y que nunca había tenido el valor de hacer realidad. Era el momento indicado. Vender todas sus posesiones no era gran cosa ya que no era demasiado lo que tenía; pediría poco por ellas y aunque fuese poco dinero sabía que contaba con ella misma y el motor de su existencia, Lucía, para seguir adelante sucediese lo que tuviese que suceder.
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-¡No mamá!- protestó la adolescente temperamental, en total desacuerdo con la decisión de su madre. -Yo tengo una vida social que va a quedar arruinada por tu culpa, andate vos, yo me quedo con papá- continuó, -no entiendo qué te pasa que te querés ir ahora, ¿no te importa lo que yo pienso? Por supuesto que le importaba, más de lo que Lucía creía desde una óptica aún centrada en ella. Pero esta vez sería determinante, la decisión estaba tomada. Tenía solamente dos años para llevar a cabo su proyecto y no dejaría que el tiempo se le fuese en discusiones vanas.
El padre de Lucía no vivía con ellas pero tampoco se había desligado aunque estuviese separado de Clara. Sólo que no compartía la idea de que su hija se fuese a vivir tan lejos por el capricho de una mujer determinada a hacer un cambio radical en su vida. -Lucía se puede quedar conmigo, vos andá, ¿cuál es el problema?, puede estar con vos o conmigo, da igual; dejala que decida.-
Clara recibió la respuesta fríamente, tratando de que la negativa de su hija se transformara en algo positivo, en una resolución inteligente y favorable. Insistió con las bondades del trabajo en el sur, el paisaje, la seguridad de una vida más pacífica y sana, la paz que podrían encontrar en ese sitio... pero nada los convenció. Lucía se quedaba, y con ella se quedaba todo cuanto movilizaba a Clara para seguir adelante. Sin embargo, una mañana del verano del 2010 partió con el rumbo previsto con el objetivo de establecerse allí, porque sabía que podía llevar de vacaciones a su hija unos días antes de la fecha predicha como el fin del mundo. Y sabía que iban a estar bien. -Son dos años, nada más- se consolaba -los meses van a pasar rápido para ella y ni se va a dar cuenta de que yo no estoy allá.-
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La internet las acercaba todos los días. Lucía le contaba pocas novedades de su vida y le enviaba fotos y videos, pero por supuesto la mayor parte del tiempo se conectaba con sus amigos. No tenía demasiado tiempo para extrañar a su mamá y su padre manejaba bastante bien las cosas. Por otro lado, Clara había podido comprar una pequeña cabaña con la venta de su propiedad anterior y ya estaba trabajando como mucama en un hotel. Conoció a un hombre, más joven que ella, que también vivía allí pero era oriundo de una provincia del norte. Congeniaron inmediatamente y lograron vincularse de manera tal que a ella le parecía que su sueño se hacía ciertamente realidad.
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Mientras tanto, en el mundo los cambios en los niveles de las aguas hacían evidente que la profecía, esta vez, era acertada. La gente afectada lo tomaba como un fenómeno que ya cesaría pero sin embargo comenzaban a refugiarse en tierras más elevadas. En Europa comenzaron algunos problemas por densidad de población en las ciudades, por escasez de alimentos, por los nuevos límites geográficos que determinaron el comienzo de guerras territoriales.
En el verano del 2011, las aguas comenzaron a invadir las regiones de América del Norte predichas por Scallion y poco a poco las costas más bajas del Cono Sur comenzaron a perder paulatinamente las playas que otrora fueran grandes centros turísticos. Lucía, como millones de personas, comenzaba a estar en peligro, pero la gente no se enteraba de los problemas que sucedían en otras partes del mundo. Los medios de comunicación omitían información sobre el problema en función de mantener el consumo en los niveles más altos posibles; cualquier cosa que fomentara el menor uso del raciocinio, la mayor diversión y el menor interés por el conocimiento eran las informaciones y programas elegidos y los más comunes eran los casos de asesinatos, robos y secuestros que mantenían a los ciudadanos encerrados casi todo el tiempo en sus casas.
Clara vivía en un mundo aparte, lejos de todo, tenía su espacio en ese lugar pleno de paz; pero la torturaba pensar que Lucía estaba allá, enajenada por el entorno ficticio de la ciudad y sus sistemas de comunicación que le hacían cada vez más dificultosa su conexión con ella. Cualquier correo o diálogo se controlaba, últimamente sin sutilezas, de manera que sólo le llegaban palabras fuera de contexto. Nunca se imaginó que el control llegaría al punto de hacer casi imposible viajar por cualquier vehículo, y comenzó a caer en un pozo depresivo, desesperanzada, arrepentida, odiándose a sí misma.
Cada día que transcurría, parecía quitarle un poco de vida; notablemente desmejorada su compañero la convenció para que viese un médico y fue entonces que, luego de algunos estudios, el diagnóstico le infundió nuevo aliento.
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Si algo había aprendido Clara era hacer de lo aparentemente negativo un medio para la construcción y a esta circunstancia, inmediatamente la transformó en un puente sólido entre Lucía y ella. Por el contrario, antes que seguir decayendo, su ánimo se elevó. Cumplió con los trámites solicitados para traer consigo algún pariente que la asistiese y la respuesta, luego de una espera de seis meses, finalmente llegó: "El Gobierno de la Ciudad le comunica que su solicitud fue procesada y puesta a disposición de las autoridades. La Señorita Lucía M. ha sido citada por el Servicio Social para ser trasladada por Transportes Oficiales. Fecha de salida: 1º de enero de 2012. Fecha y hora estimada de arribo: 2 de enero de 2012, 11:00. El pasajero debe ser retirado por un familiar responsable en plataforma 4 y cumplimentar con las formas legales correspondientes." El gobierno jamás daba explicaciones de nada, así que Clara tenía la tranquilidad de que su hija no tenía la menor idea sobre lo que sucedía.
La noche del 1º de enero, Lucía fue retirada de su domicilio con absoluta discreción y sin mediar palabras; sólo una cédula oficial entregada a su padre quien, al leerla, no tuvo objeciones en firmar.
Luego de un viaje incómodo y agotador, en un micro con ventanillas selladas y ciegas, llegó a la terminal. Al bajar del vehículo quedó absorta, observando a su alrededor,con los ojos doloridos de luz, no terminaba de creer en lo que estaba viendo. Jamás se hubiese imaginado tanta belleza, tanto brillo en los colores y tanto aire puro para respirar. -Es un paraíso- pensó, y ya más calma, se dirigió a la oficina señalada por el oficial.
Allí, la esperaba Clara. Cuando Lucía entró se miraron e inmediatamente se abrazaron y lloraron, descargando toda la tensión acumulada desde que se separaron. Una vez firmados los formularios, ambas emprendieron el camino a casa.
La adolescente continuaba embelesada tratando de entender lo que la rodeaba. Pleno verano y el calor no era abrasador como en la ciudad, las flores a montones dibujaban un escenario salpicado y empapado en colores de un brillo inusual, el agua del lago que bordeaba la ruta era de una transparencia descarada y allá, en las cumbres, la nieve se resistía a perecer. No podía hablar, no se le ocurría hablar por temor a romper ese maravilloso equilibrio de sensaciones maravillosas que estaba experimentando. Las lágrimas borronearon su paisaje y entonces se dio vuelta para mirar a su madre con un gesto mezcla de interrogación y admiración en su rostro. Clara acercó su mano al mentón de Lucía en una caricia. Llegaron al fin a la cabaña.
Nada, nada era comparable con aquello, pasar del encierro y el contacto mediado con el exterior a la libertad y la interacción con la naturaleza en ese sitio, le hicieron olvidar lo virtual de su vida hasta ese momento. Con su madre, se pusieron al día contándose cosas, realizando actividades juntas, compartiendo tiempo y espacios.
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El tiempo transcurría y Lucía ya vivía en otro mundo, adaptada al sitio, a la gente, a sus obligaciones escolares y en la casa. Pero pronto cayó en la cuenta de que poco a poco, su madre desmejoraba físicamente. Más delgada, demacrada, aunque de buen ánimo siempre. Y la pregunta no se hizo esperar más.
-¿Cuándo pensabas decírmelo?- gritó Lucia desencajada. Clara le explicó entonces el por qué de su decisión de viajar al sur y lo difícil que fue permanecer en contacto con ella desde que la catástrofe comenzara a asolar al mundo. Quién iba a creerle, más bien pensarían que no estaba en su sano juicio. De hecho, su salud fue la llave que permitió el hecho de volver a estar juntas, allí y a salvo. -Pero te pierdo igual mamá... ¿por qué?- Clara no tenía esa respuesta. Pero entendía que lo aceptaba, que no necesitaba nada más que saber que Lucía sería capaz de salir siempre adelante, con independencia y determinación.
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Los meses transcurrieron y la fecha señalada llegó. Viernes 21 de diciembre de 2012. Clara, en la cama, sostenía el calendario con las fechas tachadas. Su debilidad no le permitía moverse y Lucía, con la birome, marcó por ella ese día. Pero no lo tachó, lo rodeó con un corazón. -Mamá,- le dijo suave pero con voz firme -tu sueño está cumplido. Si el mundo está o no está allá afuera, la verdad es que ya no me importa, amo este lugar, amo lo que hizo de mí y me quedé por convicción. Quedate tranquila, estoy con vos, pero no te voy a negar que me gustaría que te quedaras conmigo... un tiempo más al menos, un poco más...- llorando, Lucía cayó en la cuenta de que había crecido de golpe, pero que le costaría mucho tiempo más superar el dolor de separarse otra vez de su madre.
Clara la miró, con lágrimas en los ojos pero una sonrisa de ánimo. Éste fue el último gesto que pudo ofrecerle a su hija mientras le decía, -Cuando Dios creó el Paraíso lloró de emoción, y una gota de su llanto cayó acá, somos una lágrima del Paraíso y así vivimos y morimos.- Una respiración trabajosa y profunda le permitió terminar lo que quería decir -Te amo, Lu.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Una cuestión de fe

-Finalmente, aquí estamos.- Dijo el reverendo con la voz opaca, empañando el visor de su máscara. Su compañera de viaje, la mujer que había seleccionado de su grupo de fieles asintió levemente con un gesto apenas perceptible y, se diría, con cierto temor.

-Los sobrevivientes del fin del mundo, los únicos que pudimos abordar la nave -continuó-, ¡qué ironía! Pensar que toda mi vida prediqué con tanto fervor la salvación y la resurrección, la venida del salvador...- El reverendo observó la Tierra desde la perspectiva lunar y dejó escapar un suspiro. -Sigue siendo hermosa.

Ana se detuvo también ante el espectáculo maravilloso de un planeta azul, similar al que habían abandonado y sabía que el reverendo se equivocaba. Su Tierra ya no existía. Un cambio en el eje y en la órbita lo fue acercando peligrosamente al sol y a sus tremendas explosiones hasta que finalmente desapareció en una nube de gases incandescentes. Ella misma lo vio, luego de su llegada a la base. Pero no pensaba desmentir al hombre con el cual debería convivir y tener hijos, muy a pesar suyo.
-No entendimos nada- dijo en tono resignado y tomando al hombre del brazo lo llevó al habitáculo de descanso. Una vez dentro, pudieron sacarse los trajes y se observaron mutuamente. Ningún impulso los acercaba. Ella no dejaba de culparlo por haberla arrastrado con él hasta ese lugar. Recordó la fecha exacta: veintiuno de diciembre del dos mil doce. Todo era confusión en el templo y el reverendo, desfigurado por el pánico, la desesperación y una pérdida de fe instantánea, la tomó a ella por la fuerza y la llevó hasta la nave de la salvación. Así la habían llamado secretamente los fieles más adinerados y poderosos que habían preparado la huida... por las dudas. Estos hombres formaban parte de un círculo internacional que los unía en un proyecto que llevó más de treinta y cinco años para su realización. La meta era clara: salvar sólo a unos cuantos seguidores, entre los que ellos se encontraban por supuesto, y algunas posesiones que les permitiesen mantener su status y poder en la Base Lunar. Pero poco pudieron hacer ante la velocidad de los acontecimientos. Sólo el reverendo y Ana pudieron llegar hasta el vehículo y abordarlo; totalmente automatizado, no tuvieron más que sentarse en sendas butacas y despegaron sin más requerimientos que dejar todo atrás.
Pero ella sabía que era inútil permanecer allí... ¿por cuánto tiempo?, ¿para siempre? ¿Qué más daba seguir vivos y carentes de todo cuanto ella entendía que podía significarle estar realmente viva? Odiaba a ese hombre que la arrrancó de la muerte, odiaba a ese ser infame que renunció a todo cuanto había predicado fervientemente y que ella había aceptado y esperaba ansiosa. No tuvo tiempo de ver más que una destrucción y quizás ésta significaba el comienzo de una vida nueva para ella, en paz, sin sufrimientos, plena de amor, eterna.
El hombre que estaba ahora dormido frente a ella, era el mismo Satanás en una búsqueda por crear un nuevo mundo. Una estupidez basada en la reproducción de solamente dos personas en un lugar poco propicio para la propagación de la especie. Eso no era compatible con sus creencias. ¿Debería tener acaso hijos con sus propios hijos y a su vez tendrían descendencia entre ellos? Eso era demoníaco, demencial, ridículo... Entonces lo observó dormir. Cortó el suministro de oxígeno del dormitorio y dijo: -Quizás volvamos a encontrarnos, Reverendo.

martes, 16 de febrero de 2010

Lentes. Son para verte mejor...

La vista es un precioso don y cuánto más importante se torna cuando debo usar mi nariz de cabalgadura propicia para un par de vidrios que me acerquen al placer de poder ver. Mi pequeño verdugo invisible no se adapta al órgano semi atrofiado que lo necesita; blanda, tórica, tan inocente de aspecto, tan taimada y truchimán; esquiva a mi comodidad. Por eso ensillo mis gafas y sanseacabó.

Purgatorio

-¿Dónde están todos?- fue su grito de angustia cuando despertó, sin saber por qué, apenas asomando el sol. Desesperado, se levantó y caminó sin rumbo fijo por lo que antes había sido su barrio y ahora... no era nada más que polvo y pastos secos. Volvió la vista hacia su casa, de la cual supuestamente había salido, pero ya no estaba. Nada. Ni siquiera escombros del pasado. Tratando de no desesperarse, intentó interrumpir esa pesadilla; pero no era un pesado sueño, era una realidad aterradora: la nada.
Muchos lo habían predicho, el final de los tiempos, el fin del mundo, el gran cambio y él, se había propuesto ser parte de la continuidad de la nueva vida, una nueva era de paz. Creía fervientemente en la elevación de su alma y su salvación pero esto... no lo esperaba.
-¿Dónde estás Dios? ¿Tus promesas? ¿Esto es el cielo acaso?- Con los brazos extendidos cayó de rodillas y mirando al aire espeso, sin formas, continuó durante largo tiempo haciéndole preguntas a nadie.
De pronto un murmullo de voces, discontinuas, desparejas, susurrantes le llegaron como un desafinado coro ininteligible y lo hicieron poner de pie, casi sin fuerzas tropezaba con sus propias piernas tratando de correr en una búsqueda vana por encontrar su origen. Cada vez más audibles, se hacían más inquietantes, lúgubres, con un vibrato desparejo y cada vez más envolvente. Cayó rendido. Arrepentido de haber hecho lo correcto toda su vida, arrepentido de haber elegido no vivir una vida de sufrimientos por su enfermedad incurable, arrepentido de haber pedido que lo asistieran para morir sin dolores antes del juicio divino.

Eterno resplandor


Estaba tan seguro de que funcionaría. El resplandor aún permanece y durará quizás demasiado tiempo antes de que pueda salir de este encierro, de este enorme edificio devenido en mi panteón personal. Sí. Es posible que yo también muera a pesar de todo. He invertido millones en cada parte indestructible de mi cuerpo; me prometieron la inmortalidad, la superación del caos sin siquiera un rasguño en mi piel de metal. Cada parte y elementos de este refugio fueron pensados para mi subsistencia: habitación, alimentos, entretenimiento, elementos de mantenimiento para mis partes electrónicas y mecánicas además de un sistema de seguridad por si algún sobreviviente, presa fatal del pánico, quisiera invadir este sitio.
Nada dejé librado al azar, he anulado químicamente mis impulsos sexuales, extraje de raíz cada pilosidad de mi cuerpo para mantener mejor la higiene y no tengo descendencia por la que preocuparme. Debería sentirme satisfecho con los resultados. Pero ese resplandor no desaparece aún de la única y blindada ventana por la cual podría observar el exterior.
Pobres ilusos... La elevación del espíritu... las buenas obras... la fe. Me río de ellos que ahora ni siquiera existen en el mundo. Sólo yo con mi fortuna he logrado evadir la catástrofe. Ya pasaron tres años de aquello y no he podido salir a observar, ni siquiera asomarme a esa infernal ventana que se yergue inviolable, amedrentadora, como un ser de luz inalcanzable y con vida propia.
Tengo guardada la última "Paloma de Noé", un pequeño robot que verá por mí en cuanto el espantoso resplandor deje de asolar la tierra. Los primeros exploradores robóticos que utilicé fueron destruidos por el intenso calor exterior y debo tener cuidado de no desperdiciar la última oportunidad.
El tiempo no transcurre. No existe la noche ni el día, no tengo a dónde ir, sólo puedo permanecer dentro de esta fortaleza que me oprime, dentro de este cuerpo indestructible. A veces creo que me volveré loco. Aunque eso ya me lo decían ellos cuando estaban vivos, y ahora... ¿quién puede decirme que perdí la razón, que no estoy en mi sano juicio? Están todos muertos y yo vivo.
Ese resplandor no me va a ganar, he llegado hasta aquí y no voy a ceder. Mi pequeño robot está listo. Yo estoy preparado. Cuando ceda el resplandor... cuando ceda...

Lo que el agua se llevó

Las barrancas del Paraná, en esta humilde geografía Santafesina, me ha dado el punto visual en que el río es capaz de llevarse consigo todos aquellos pensamientos tormentosos y esquivos al análisis terapéutico. La correntada, mezcla de vida, muerte y un leve hedor, se desplaza sin pausa hacia el sur pero a mis abstracciones las lleva a la nada. Eso es lo bueno.
Desde el norte, viene de igual manera en que se va, pero trayendo en su mugre una límpida paz; vaya cosa extraña. A pesar de la creciente que atemoriza, la belleza no deja de desplegarse, quizás porque no me afecta estando aquí arriba a salvo en este sitio tan alto; pero un cartel dice: "Peligro de derrumbe". Caramba que es peligroso el punto de vista, mi lugar de observación, el sitio desde el cual me gusta a veces ver pasar las cosas que pasan. Que se lleva el río, hacia la nada.

Ahora no estoy inspirada



Creí que era más sencillo enfrentarse a un espacio en blanco para rellenar con ideas, pero veo que no es tan así. De cualquier manera cada vez que se me ocurre algo que poner no estoy frente a la computadora y no lo escribo en un papel aparte por lo cual se me pierde en la vertiginosa carrera de los pensamientos triviales. Esta es mi primer entrada. El primer escrito que debía ser el más atractivo, original, creativo, interesante. Pero sólo es mi primer entrada. En fin, no soy la única a la que se le escapa a veces la breve musa ni seré la última.