martes, 16 de febrero de 2010

Purgatorio

-¿Dónde están todos?- fue su grito de angustia cuando despertó, sin saber por qué, apenas asomando el sol. Desesperado, se levantó y caminó sin rumbo fijo por lo que antes había sido su barrio y ahora... no era nada más que polvo y pastos secos. Volvió la vista hacia su casa, de la cual supuestamente había salido, pero ya no estaba. Nada. Ni siquiera escombros del pasado. Tratando de no desesperarse, intentó interrumpir esa pesadilla; pero no era un pesado sueño, era una realidad aterradora: la nada.
Muchos lo habían predicho, el final de los tiempos, el fin del mundo, el gran cambio y él, se había propuesto ser parte de la continuidad de la nueva vida, una nueva era de paz. Creía fervientemente en la elevación de su alma y su salvación pero esto... no lo esperaba.
-¿Dónde estás Dios? ¿Tus promesas? ¿Esto es el cielo acaso?- Con los brazos extendidos cayó de rodillas y mirando al aire espeso, sin formas, continuó durante largo tiempo haciéndole preguntas a nadie.
De pronto un murmullo de voces, discontinuas, desparejas, susurrantes le llegaron como un desafinado coro ininteligible y lo hicieron poner de pie, casi sin fuerzas tropezaba con sus propias piernas tratando de correr en una búsqueda vana por encontrar su origen. Cada vez más audibles, se hacían más inquietantes, lúgubres, con un vibrato desparejo y cada vez más envolvente. Cayó rendido. Arrepentido de haber hecho lo correcto toda su vida, arrepentido de haber elegido no vivir una vida de sufrimientos por su enfermedad incurable, arrepentido de haber pedido que lo asistieran para morir sin dolores antes del juicio divino.