miércoles, 8 de septiembre de 2010

Las que fueron y ya no son

Una vez, me preguntaron si mi idea de ponerme nuevas tetas era solamente por estética y, analizando el caso, llego a la conclusión de que sí, por ex- tética fundamentalmente, porque las que fueron, si bien nunca fueron de gran porte pero sí dueñas de una justa medida y firmeza, ya no son. Sería algo así como un cambio, cosa que también usé como fundamento de mi idea, de pasar de pasas de uva o, por qué no de ciruelas pasas a pomelos rosados. Las extraño, chicas. Ahora soy sin-tética. No puedo tomarme siquiera las cosas a pecho. No seré jamás más que un buen amigo para mi pareja. Estando de pie puedo ver mi calzado y hasta mi ombligo. Los escotes son un gran signo de interrogación que pugnan por encontrar su lugar en mi mundo.
Estando recostada, liberadas ellas de sus sostenes acolchados, vanos simulacros, notorios farsantes sin sensibilidad; se expanden en un estrábico suceso informe, de dudosa existencia: ¿dónde están? ¿Qué buscan? Pequeños ojos de mirada vacilante y perdida, desorbitada. Allí estaban hace unos años, íntimamente sé que están ahí, pero muy íntimamente. Nadie más lo sabe ahora, o al menos, nadie lo nota.
Pobrecitas, de la gloria, la notoriedad y el honor de la lactancia -¡qué momento!, lo recordaré siempre no solamente como la sublime comunión con mi hija sino como la feliz poseedora de un talle de ciento veinte, literalmente una mesada- a la desdicha del anonimato. ¡Ah! Fuimos tan felices, de hecho lo somos porque las sensaciones no han cambiado -¡Gracias!- pero siento que algo falta: relleno.

La imagen es de Maitena, por supuesto.