
Estando recostada, liberadas ellas de sus sostenes acolchados, vanos simulacros, notorios farsantes sin sensibilidad; se expanden en un estrábico suceso informe, de dudosa existencia: ¿dónde están? ¿Qué buscan? Pequeños ojos de mirada vacilante y perdida, desorbitada. Allí estaban hace unos años, íntimamente sé que están ahí, pero muy íntimamente. Nadie más lo sabe ahora, o al menos, nadie lo nota.
Pobrecitas, de la gloria, la notoriedad y el honor de la lactancia -¡qué momento!, lo recordaré siempre no solamente como la sublime comunión con mi hija sino como la feliz poseedora de un talle de ciento veinte, literalmente una mesada- a la desdicha del anonimato. ¡Ah! Fuimos tan felices, de hecho lo somos porque las sensaciones no han cambiado -¡Gracias!- pero siento que algo falta: relleno.
Pobrecitas, de la gloria, la notoriedad y el honor de la lactancia -¡qué momento!, lo recordaré siempre no solamente como la sublime comunión con mi hija sino como la feliz poseedora de un talle de ciento veinte, literalmente una mesada- a la desdicha del anonimato. ¡Ah! Fuimos tan felices, de hecho lo somos porque las sensaciones no han cambiado -¡Gracias!- pero siento que algo falta: relleno.
La imagen es de Maitena, por supuesto.