Me preparo para salir de casa, me cuelgo de la música del móvil -Ska-P- y salgo oronda, desparramando una redonda felicidad que los demás tal vez perciban, tal vez no. Atravesar el aire con una sonrisa inexplicable, misteriosa y hasta intimidante para muchos que no comprenden, me llena de energía para realizar las actividades cotidianas. A veces se me escapa la voz, siguiendo las canciones que escucho y no me importa, porque todos sabemos lo mal que suena alguien cantando con los auriculares puestos sin escucharse.
Paso a paso, inconscientemente sigo el ritmo, lo acompaño también con la mano y miro; a mi alrededor las imágenes se suceden iguales todos los días, los pinos despojándose de finas hebras que se enredan en mis rulos, finas y quebradizas estalactitas que se van de paseo como polizones en mi hospitalaria melena.
Y sigo el trayecto, por el veredón de conocidas baldosas faltantes, ancho, interminable y fastidioso si se recorre con el ánimo marchito. Y me llevo el aire conmigo, mientras se acerca la meta y se terminan los temas que voy escuchando.
Y sigo el trayecto, por el veredón de conocidas baldosas faltantes, ancho, interminable y fastidioso si se recorre con el ánimo marchito. Y me llevo el aire conmigo, mientras se acerca la meta y se terminan los temas que voy escuchando.