Estas lágrimas sólo limpian momentos, a veces cierran pasados; dejan en el camino estatuas de sal de quienes jamás debieron mirar atrás. Las lágrimas no sirven más que para eso; porque no permiten crecer ni entender, solamente están hechas para limpiar.
Las lágrimas surgen independientes de una voluntad, o muchas voluntades conjugadas; aparecen porque quieren, se van cuando lo desean, vuelven sin pedir permiso y se alejan sin decir cuándo ni por qué. Ni siquiera a dónde irán, en qué sitio se transformarán en reposado mar.
Contradictorias, ambiguas, acuden al sentimiento; llegan, se congregan y fluyen con total descaro; se escurren, se chorrean... Pero esta vez voy a enjugarlas. No les daré el gusto ante su desfachatez pretenciosa y extrovertida; no dejaré que barran mi rostro con el salitre y conserven mi carne cuando yo perezca.
Lágrimas de tragos amargos, lágrimas de dolor, lágrimas de impotencia, ésas son.