Una vez supe, que caminé por un sendero desconocido luego de darme cuenta que me había perdido. Todo era igual al camino que ya creía conocer: la disposición de los árboles, pinos, sauces, eucaliptos y un ceibo avergonzado que destacaba entre tanto verde sin flor; la secuencia de pozos, cada uno con su forma y tamaño peculiar, uno grande y poco profundo, a unos diez pasos más otro pozo más pequeño y profundo, y más lejos uno que, cuando me acercaba, provocaba que me hundiera en el más profundo de los olvidos. Cuando quise regresar, todo estaba al revés. Raro. Uno, cuando se extravía, termina caminando en círculos; al menos, eso dicen los que saben.