Las situaciones extremas en la vida suelen proveernos de una filosofía que nos permite seguir adelante. A la larga, si hemos aprovechado las experiencias, seremos sabios. Nadie está en la situación de determinar si es la sabiduría verdadera excepto nosotros mismos, viendo los resultados de cada paso que hemos de dar. Nadie le puede enseñar a nadie este tipo de entendimiento como tampoco nadie lo entiende hasta que lo vive. Es así.
Muchas veces he hablado y he escuchado hablar de temas de variado calibre, especialmente de situaciones que "otros no supieron manejar", sin tener en cuenta que desde afuera, aun sin tener el derecho de opinión, las cosas se juzgan con demasiada liviandad o con un peso escaso.
Muchas situaciones, si no se viven, no se sienten; en especial las extremas: extrema tristeza o extrema alegría. Son demasiado personales para andar juzgando. Te acompañaré en el sentimiento cuando lo haya sentido, por ahora, te acompaño a vos; eso deberíamos expresar.
Hace un rato vi un documental excelentemente realizado en el 2007 sobre la tragedia de los Andes, ocurrida en 1972, desde un ángulo nada sensacionalista, ni sangriento ni morboso; testimonios luego de treinta y cinco años. Me llamó la atención el título: "Náufragos. Vengo de un avión que cayó en las montañas", sin embargo, ese naufragio tiene otras connotaciones y el resto del título es parte de la nota que pudieron arrojar al otro lado del río y que sirvió para que los ayudaran. No voy a contar los sucesos bien conocidos por tantos infames tratamientos novelados de la cuestión: simplemente, la experiencia y el tiempo, revelaron una reflexión que solamente se logra por la experiencia.
Excelente documental, excelente tratamiento. Vale la pena verlo y especialmente escucharlo.