martes, 9 de agosto de 2011

Segismundo y Elmira. Otra opción para contar lo mismo

La casa, muda, de pronto comenzó a vibrar con los sonidos de Wagner, Ride Of The Valkyries salió despedida del combinado de madera lustrada, herencia de la anterior habitante de la casa en la que vivían Segismundo y su hermana mayor Elmira. Segismundo, que solía ser un muchacho de buen aspecto, a estas alturas de su vida, con sus cincuenta y dos años vividos, o no, en que iba perdiendo el cabello en color y en cantidad, trataba de conservarlo a base de tinturas madres especialmente preparadas para él por una colorista naturista, ya que su intolerancia al amoníaco le impedía usar los químicos comunes. Continuaba siendo delgado, su premisa era conservar la delgadez que perdieron sus varias, al menos dos, ex esposas, por dar a luz a esos engendros endemoniados frutos de su semen; y mantenía su silueta para que ellas no perdieran de vista la lección esencial de la vida: 'Nadie te quiere gorda y deforme'. Claro que dicho de esa manera, así tal cual su pensamiento, suena un tanto brusco, y es que a él, que es amante del recato, jamás se le hubiese ocurrido decirles a esas mujeres, la brutalidad de asumirse como un infeliz escaso de sentimientos y de un tacto inexistente, a la hora de anunciar que sólo estaba con ellas por sus cuerpecitos de Venus. Es por eso que optó por la mejor de las maneras de terminar sus relaciones; hundirlas en la más profunda de las depresiones haciéndolas sentir los seres más infelices, ignorantes, bajos, egoístas y culpables de su desgracia; eso sí, siempre con altura, demostrando una ilustración enciclopédica Kapeluszquiana y avasallando a su interlocutor, aunque mayormente son interlocutoras de turno, con vocablos a veces inconexos e inexistentes, pero que quedaban muy bonitos para la ocasión, según su propio criterio.

La música lo elevaba por sobre la silla para lisiados a la que estaba condenado; viendo la escena desde abajo, su aparición ganaba en énfasis y emoción desde su punto de vista. Diversos accidentes, a los que era propenso lo dejaron parapléjico, sus dos piernas, además, debían sanar de sendas quebraduras; los brazos, enyesados como sus miembros inferiores, tenían problemas de tendones y huesos defectuosos por las reiteradas rupturas; también sufría por sus varias costillas fisuradas, la columna con una desviación grosera y su cabeza poseía una válvula de descompresión de líquidos. Sus vértebras cervicales, además, estaban protegidas por un cuello ortopédico. Era imponente su rigidez.

A Elmira, no parece que el montaje escénico de su hermano le movilice alguna percepción más allá de la molestia; la escena que monta cada mañana para hacer su aparición al salir del dormitorio, sólo le provoca fastidio.

-¡Bajá de una vez pedazo de infeliz o querés que te traiga a upa! - Elmira era a Segismundo como el Demonio de Tasmania a la Antártida. -¡Ya está el desayuno, se te va a enfriar y no te lo caliento de nuevo, vos con tus vendas y ese cuello duro me tienen hasta los huevos! Ja, te lo dije en verso.-

- (¡Ah, cómo le metería una patada en el orto, pero tendrían que sacarme la pierna los bomberos con un extractor, de adentro de ese culo!) ¡Ah, querida Elmira, que con ese trasero de tan imponentes dimensiones me haces especular en la más certera manera de despojarte de una virtud que has de guardar intacta aún! Et infinitum corporea habebant inmensus, mas temo por la integridad de mis miembros, ya bastante maltrechos.

- Ma sí, si querés, vení, pero apagá esa porquería y poné algo que sepamos todos.

Y Segismundo obedece, sabe que su hermana no le tiene paciencia y es mejor que esté contenta. Empuja las ruedas de la silla con sus dos brazos enyesados hasta los hombros, algo de movilidad le queda para eso y algo de fuerza también; pero las cubiertas resbalan en el parquet encerado. Segismundo resuella, masculla palabras ininteligibles, epítetos groseros de quien se sabe burlado. -(Le dije tantas veces a esa bruja de mierda que no encere más el piso, parece que me lo hace a propósito para reírse de mi desgracia) Te he dicho Elmira, que al volver del aquelarre descanses del trabajo de remoción de la marmita y que dejes de deslomarte por lograr ese brillo áureo en las maderas que transito. ¿Es que acaso mi infortunio te ‘ensatisface’? (Diccionario Segismundoilógico: ensatisface por satisface) ¿Es que por designios de Chivaka, el gran espíritu que risueña, te dedicas a torturarme?-

-Ma daaaale, pedazo de nerd, hablá castellano haceme el favor y poné la radio, sacá esa porquería y ¡bajá de una vez!-

Ahora sí, la casa toma una vida mañanera típica de los hermanos, en la radio suena el tema del grupo favorito de Elmira, Sin bombacha, de Damas Gratis y le cambia la cara; a los dos les cambia. Mientras ella moja el pan con manteca en el café con leche, Segismundo se baja de la silla de ruedas y se sienta sobre el primer escalón; de arriba hacia abajo, es el primero; siguiendo el pliegue de los yesos de las dos piernas puede maniobrar de manera más o menos decorosa e indolora, aunque no siente sus piernas, cubriendo tres de esos escalones por vez; se ubica de espaldas hacia el piso inferior y gira, no teme caer precipitadamente, porque con las vendas de la cabeza se amortiguan bien los golpes y el corset, también está acolchado. Más le valdría arrojarse como con un trineo. Pero no, así tiene más dignidad. Trabajosamente llega al piso inferior.

-Che, nerd, me olvidé de avisarte que mientras estabas en rehabilitación vinieron a arreglar la silla elevadora de la escalera. ¡Oia! ¿Ya bajaste?-

-(Hija de tres mil novecientas putas!) Eres una indigna mujerzuela por genética, heredera de los más viles e indeseados cromosomas de tu libertina madre.

-¿Qué dijiste?

-Nada.

Segismundo se trepa a la silla de ruedas que está en la planta baja, derrapando llega, protestando sin solución de continuidad porque todos los pisos están encerados, y se sienta a la mesa; ese aroma lo transporta a sus momentos más tiernos de la infancia en la que su hermana era sometida a los más viles esfuerzos y él era el niño mimado por tener tantos problemas de salud. Tiempos lejanos, añorados. 'Quiero volver a ser niño', pensaba mientras untaba queso crema en su tostada, 'y meterme de nuevo en la concha de mi madre.'