jueves, 18 de agosto de 2011

Una especie de epístola.

Puede leerse abriendo este enlace en pestaña nueva, para escuchar: http://www.listengo.com/song/8685406385

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Mi estimado señor:
Por la raleada cumbre de su humanidad podría adivinarlo mayor, sin embargo, he llegado a la conclusión que muchos, más jóvenes que usted, ya han experimentado el rigor del sol en la piel de sus cabezas. Muchos la estiman, otros la detestan; en lo personal, opino que nada es más atractivo que un señor maduro, con las señales del tiempo como cúspide y no anatema. La experiencia de su madurez, me lleva por senderos que no había experimentado con ningún coetáneo, ni mucho menos alguien cuya edad, escasamente pase los ardores de una incipiente independencia. No, mi estimado señor, no se compara.

Tal vez el tiempo nos dio esa chance, o tal vez la sugerencia de un terapeuta que me abrió a un nuevo mundo, sacando ideas equivocadas o, simplemente, estimulando a intentar lo que jamás se me hubiese ocurrido arremeter. Y fue lindo arremeterse con usted, mi estimado caballero, de piel magnética y personalidad intensa.

Tal vez usted no lo sepa, pero yo, que creía ser mujer, ahora veo que lo soy mucho más; y que no quiero ser igualada, sino equiparada en nuestras magníficas diferencias, que son las que me hacen desearlo tanto.

No creo que le sorprenda esta epístola, tal vez le hayan dicho estas cosas antes, si estoy siendo reiterativa, no es de mí, sino de otras tal vez. Y qué bueno que haya sido así, porque lo hace aún más deseable.

Estimado señor de vientre disfrutado, encolumnadas piernas de paso seguro y austero, mi libido se eleva y las feromonas fluyen e inundan el aire a mi paso cuando lo pienso cerca.

Puesto que ya nos hemos acercado, visto, arrebatado y disfrutado; espero verlo pronto nuevamente, como desde hace más de un año.


Suya.