jueves, 11 de agosto de 2011

Soledad

Acompañá la lectura escuchando este enlace, abrilo en pestaña nueva: Up all night - jazz music- lifescapes- relaxing piano

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Y es así, ¿viste? Es como que la casa te queda grande y como que la noche se pone tu frazada, porque vos seguís teniendo frío. Una noche con tu bufanda y tus guantes, que no te deja dormir porque te dejó desnuda en el medio de la nada. A veces la música es la que te abraza, pero no sé por qué, también te hunde, te ahoga; pero hace bien, hace bien.

Y una se pone a recordar cosas vagas, primero y después, crece un vacío, por dentro y por fuera, y ese vacío es una bomba que hace que te sientas que explotás en cualquier momento. Después, es al revés, te empezás a sentir cada vez más chiquita, más y más diminuta, tanto que cabés en la mano de ese bebé que fuiste en el vientre de tu madre, quienquiera que haya sido. De algún vientre he salido, en alguna probeta tal vez engendrada, no lo sé y ya no me importa. No sé si siento lo mismo que todos los que nacen porque ‘papá le puso la semillita a mamá’ de la manera tradicional. No lo sé. No importa. Soy un universo que se expande y que se achica, depende del aroma que me alcance el viento, depende de lo vacía que esté la alacena en la cocina. No cocinaré para mí sola. Así está muy bien, muy bien; no tengo más apetito que llenarme del espacio en el que habito, que se me hace hostil, que se me hace ajeno y a veces tan familiarmente solitario.

Y es así, ¿viste? Por ahí disfruto la soledad y ella me disfruta, me dice que me quede, que la escuche, que la palpe, que la viva y que la sufra. Que ya me va a gustar. Que ya le voy a encontrar el lado más amable. De hecho es así. No quiero darle la razón aún, para que no me invada, porque hay algo por ahí que me interesa un poco más que ella ahora.

Pero ¿sabés una cosa? Ella es más fiel que cualquiera que me interese. Sin discusiones es la que se queda siempre al lado, es leal, se adapta a mis caprichos. Me deja que llore y llora conmigo y eso me gusta mucho; me deja que haga lo que quiera, me deja libre, porque sabe que incondicionalmente siempre volveré a ella cuando todo alrededor me agobie, me atemorice, me sature, me duela, me escarbe, me estorbe, me pueda, me pula, me coma, me mastique, me supere.

Así que acá estoy, me subo a la ausencia, me cuelgo del silencio y lo estrangulo con algo de radio, tal vez. Las esquinas se reservan los fantasmas, igual que los cajones del ropero y las cajas de zapatos con rótulos; mi corazón también, pero no digo nada para que no se los apropien. Algo de jazz salpica esta historia, de tantas noches infames que me dejan ser, pero escupo letras por los dedos, palabras, significados violentos o pacíficos, según el ritmo con que ese piano intente destrozarme o acompañarme, en esta soledad.