Para leer el siguiente texto, recomiendo escuchar a
Julus La Rosa - Eh, cumpari.
Dedicado a mi vieja, que sabe de nostalgias.
****************
En casa, nos referíamos a mi viejo como "el papá".
-Vieja, el papá pregunta si vas a hacer unos mates.
Y mi mamá ponía la enorme pava ennegrecida al fuego. Los tanos nos apropiamos de esa costumbre. La vieja no se llevaba el equipo de mate hasta el tallercito donde el papá arreglaba zapatos, lo que hacía era ir y venir por la galería larguísima de la casa chorizo. De paso, en cada pasada arrancaba una hoja seca, un yuyito; enderezaba alguna planta. Todo el camino estaba sembrado en macetas de distintos tamaños. Y así se pasaban la tarde, después de la siesta. El papá en el taller de compostura de calzados y la vieja cebando mate. El papá silbando canzonettas, martillando, pegando tacos y la vieja, generalmente silenciosa, iba y volvía. "No parla ma pero..." decía él.
Me gustaba escucharlo cantar y silbar. De vez en cuando me acercaba sin que se diera cuenta y me quedaba afuera, pegada a la pared. La mamá -también a ella la llamábamos así- me miraba sin decir nada y entraba y salía a cada rato. Creo que era petisita por el desgaste de tanto caminar y por sus piernas chuecas. Igual que el papá.
El taller era una caja de resonancia de madera y chapa. Su silbido, una flauta que lanzaba borbotones de friscalettu. En ese momento no me daba cuenta, pero estaba creciendo lejos del pueblo y yo también necesitaba acercarme un poquito a esos recuerdos. Y el viejo cantaba.
- ¡Eh Cumpari! ci vo sunari.
¿Chi si sona? U friscalettu.
E comu si sona u friscalettu?
Y acá el silbido -fi fi fiuu- que cerraba la primera estrofa -u friscalette, tipiti tipiti ta.
Marcaba el ritmo con el martillo en las mediasuelas. Yo podía espiarlo porque la pared de madera tenía algunos agujeros fisgones por donde se colaba el sol. No había ventanas, era un galponcito; y esa luz mantenía en equilibrio una danza de pelusas flotantes, algo de polvillo y la sombra en la cara del viejo, especialmente en sus ojos.
Entre estrofa y estrofa, tarareaba el intermedio instrumental: Bouuombo, bombo, bombo; bouuombo, bombo, buo.
-E cumpari, ci vo sunari.
Chi si sona? U saxofona,
E como si sona u saxofona?
Tu tu tu tu u saxofona
fi fi fiuu friscalette,
tipiti tipiti ta.
Lejos de la alegría de u friscalettu el viejo estaba triste. Creo que por eso cantaba. Si uno no se detenía a mirarlo, parecía contento. Pero no sonreía. En la cara, se le revelaba la profundidad de la distancia mientras agregaba instrumentos a su interpretación.
-E cumpari, ci vo sunari.
Chi si sona? U mandolinu.
e comu si sona u mandolinu?
a plig a plin, u mandulin,
tu tu tu tu u saxofon fi fi fiu
u friscalette, tipiti tipiti ta.
Y yo imaginaba que en su cabeza sonaban todos estos instrumentos porque lo llevaban de vuelta a Sicilia, a Campobello, a sus campos y su arado, su trigo y su cebada, su caballo, sus amigos, sus montañas y su tierra. Y yo pensaba que eso lo hacía feliz.
-E cumpari, ci vo sunari.
Chi si sona? u viulinu.
E comu si sona u viulinu?
A zing a zing, u viulin,
a pling a pling, u mandulin
tu tu tu tu u saxofon fi fi fiu
u friscalette, tipiti tipiti ta.
¡Madonna santa! Cuánta alegría en la voz y en el silbido y cuánta nostalgia en el gesto.
-E cumpari, ci vo sunari. Chi si sona? a la trumbetta.
Él tocaba la trompeta en la banda de su pueblo, en los desfiles, en los entierros, en los casamientos.Todo aquello que había sido parte suya y que no podría volver a tener jamás.
-Ma comu si sona a la trumbetta? Papapapa a la trumbetta.
El viejo se doblaba por momentos, le pesaba el cuerpo de inmigrante, sin su pueblo, sin su campo. Se conformaba con esa anónima soledad que volcaba en una huerta al costado de las vías, en un terreno fiscal, cerca de donde trabajaba como ferroviario.
-A zing a zing, u viulin,
a pling a pling, u mandulin
tu tu tu tu u saxofon fi fi fiu
u friscalette, tipiti tipiti ta.
Y el viejo lloraba. Sabía que no debía mirar atrás. Las lágrimas solamente están hechas para aliviar momentos.
E compari, ci vo sunari. Chi si sona? a la trombona.
Ma comu si sona a la trombona.
A fumma a fumma a la trombona,
Papapapa a la trumbetta,
A zing a zing, u viulin,
a pling a pling, u mandulin,
tu tu tu tu u saxofon fi fi fiu
u friscalette, tipiti tipiti ta.
Mientras, con toda la orquesta ya sonando en el gran final, se secaba los ojos con las manos, rápido y al descuido.
Yo lo supe, espiando al papá por las hendijas del galponcito, mientras la vieja ya dejaba de cebar mate y se ponía a preparar la cena para todos; mis ocho hermanos, mi tío, el viejo y algún paisano que se acercara de visita.