domingo, 25 de diciembre de 2011

Extraña ¿interrogación?


Pasarle el cepillo
a las telarañas
de ciertos recuerdos,
deja limpios los rincones oscuros
del   pasado
o nos hace cómplices
del olvido

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Instrucciones para regalar un Feliz Cumpleaños.

Cuando usted regala un Feliz Cumpleaños, debe ser lo suficientemente cuidadoso de no adelantarse a la fecha, mucho más que cuando se le pasa de largo la salutación en el día preciso del acontecimiento. Todos saben que un saludo anticipado es de muy mal agüero, además de condenar al falso cumpleañero a aceptar un Feliz Cumpleaños que no le corresponde o a rechazar un regalo poniéndolo en descortesía, y eso, queda muy mal visto por los verdaderos festejados que ven arruinado su protagonismo.
Existe gente para quienes los aniversarios de sus nacimientos no son un día de felicidad, sino el recordatorio de la crueldad del tiempo que transcurre por sobre su carne, eso es porque se olvidan que un año más los puede hacer más sabios, y eso, trasciende las arrugas y las carnes flojas. En estos casos, el Feliz Cumpleaños se regala adentro de un libro de Gibrán, y se entrega envuelto en pañales de algodón perfumados con almizcle.
Pero como siempre sucede, cuando usted conoce la fecha aproximada en que alguien recuerda su nacimiento con alegría y no el día preciso en que sucedió el acontecimiento años atrás, es conveniente que emita un fervoroso Feliz Cumpleaños y lo coloque dentro de una cajita forrada de seda color ámbar, a modo de estuche, y ponga una bolita de naftalina junto con el deseo; -tenga cuidado de que la tapa quede bien sellada, que no sobresalga ningún sonido al cerrarla-, no es cuestión que éste, ande dando vueltas en la red, en el aire, en el universo tal vez, perdido, con el peligro de que pueda ser encontrado por un cumpleañero ajeno que se lo apropie. Con dicho paquete, entonces, nadie se arriesga a un mal augurio por anticiparse ya que el mismo homenajeado se encargará de abrirlo en el momento adecuado y usted no tendrá que aceptar una devolución, con el disgusto que esto implica una vez que uno ha entregado un presente, desde el pasado, sin pasarse de la fecha.

martes, 20 de diciembre de 2011

Respuestas sin preguntas




Si la vida es sueño según Calderón, y según Macedonio somos el susto de un sueño; nuestra irrupción en la vida ¿se cura con hipo? Ergo: Somos la respuesta a una pregunta que nadie ha formulado jamás.

Me encontraste hablando sola II

Pero dónde lo dejé la puta madre que no lo encuentro en ningún lado vivo en un departamentito de mierda así de diminuto y no puedo encontrar el jabón (…) Me tengo que bañar, ahora no voy a salir a buscar otro al almacén ya estoy medio en bolas(…)  Bue, uso el champú, total si hay champú para el cuerpo, a lo sumo se me va el frizz de los pendejos jejeje  linda el agua, liiindaaaa, laaaaa, fuiste mi sueño mi mejor canción, pero perdist... El agua, uh la puta madre me quedo sin agua, salí salí ¡ah, no! Tengo champú hasta en las ideas cómo sorete hago ahora ni un hilito de agua (...) Claro por más que cierre y abra no sale agua y tampoco si miro la ducha, la dicha de la ducha se fue por el drenaje y ahora ni eso, ¡ni eso! ¡Tengo un sifón lleno! Sí, ¡upssss! resbaloso, ¡no te me crucés Culoo! qué gata esta, ¡ahora querés la comida! (...) Menos mal que es verano (...) ¡Vacíos! ¿Todos? Acá estaba el jabón la puta madre que lo reparió.

Me encontraste hablando sola.



 Acabo de baldear el piso con mis lágrimas, ya está. Primero saqué todas esas cosas viejas que me ataban al pasado, incluso ropa de cuando era soltera. Luego, con eso sequé el piso. Listo. Como nueva.
Canté mientras borraba tus huellas, una genética dispersa por todo el comedor, demasiado oscura para mi gusto; lloraba y cantaba recordando las veces que quise hacer esto y no había podido. Y bueno, con paciencia todo llega, como el filo del cuchillo a tu cuello. Y no fueron mis manos, fueron las tuyas.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Sobre Biografía breve desautorizada de Epaminondas Chazarreta, micro de radio de Laura Borletto.

Laura Borletto

Micro de Laura Borletto sobre Epaminondas Chazarreta, el libro.

Este micro de radio salió al aire el 7 de diciembre del 2011, en el programa Malas Compañías, de Javier Minetti, por radio City, 103.5 de Granadero Baigorria, Santa Fe, Argentina. Cada miércoles, Laura toma un autor y su obra y estimula con sus palabras el placer por la lectura. Escritora nacida y residente en Granadero Baigorria, tallerista de Patricia Bottale, participa de las antologías Botellas en el Agua de los talleres de dicha autora rosarina. Es una emoción enorme la que se siente cuando se oye hablar por primera vez de una obra propia, con tanto cuidado y respeto. Previo a la presentación oficial del libro Biografía breve desautorizada de Epaminondas Chazarreta, Laura hace una síntesis con detalles que consideró apropiado rescatar para compartir con el público. Quiero agradecer a Laura y a Javier Minetti por todo su apoyo a través de la radio y el periódico Planeta Baigorria.


domingo, 4 de diciembre de 2011

El viejo y el gato. Tercera entrega.

La mujer, en la cocina, con la cuchilla mejor afilada, trozaba la carne para cocinar un guiso. Con lo poco que tenía a mano, incluida el agua escasa, se había procurado algo de alimento para unos cuantos días. En medio de la nada y de la sequía, pocas eran las alternativas. Asar al gato les hubiese dado rienda suelta a las ratas para que la invadiesen, aunque esta plaga bien podría servir para tirar a la olla, pero le impresionaba demasiado la idea. Los perros ya estaban muy flacos para aprovechar algo de ellos y, además, confiaba en que sus ladridos la mantendrían alerta ante la presencia de algún extraño que anduviese merodeando la casa, aunque era bastante improbable dadas la pobreza y las condiciones del camino para llegar hasta allí. Sin embargo, había conseguido hacerse de una buena cantidad de carne que, bien salada, se conservaría durante un tiempo hasta que pudiese consumirla sin riesgos de intoxicarse.
El gato, a cada rato se le trepaba por los pantalones, escalaba sus piernas clavando las garras en la lona y le lastimaba la piel, el olor de la preparación era muy tentador. La mujer se sacudía, pero tenía que despegarse al gato del cuerpo con las manos para que se alejara. Ella lo miraba y le hablaba. No sé por cuánto tiempo estaré viva, cuando me muera podrás aprovecharte de mí, le decía y se sonreía recordando escenas de un pasado sometido al abuso. Por ahora, arreglate con ésto, y le arrojó un trozo de carne que sacó de la basura para entretenerlo unos momentos y librarse así, un rato, del animal. ¡Salga de acá, tragón!, le gritó, y la pequeña bestia salió de allí con su trofeo entre los dientes.
En la galería, la silla crujía como si estuviese viva, mientras tanto, los perros se acercaban, sigilosos, olisqueando la comida que pronto compartirían con su ama. El gato, ahogado, escupía la alianza del viejo. En el interior, la mujer silbó y tiró algunos huesos con carne corrupta a los perros.

lunes, 28 de noviembre de 2011

El viejo y el gato 2da entrega.

Los perros se acercaban cada vez más a la casa, husmeando con desesperación algo que, evidentemente, percibían con su olfato aguzado por la sed y el hambre. El gato se encorvó y gimió un canto de guerra, un oooooaaaaaá, oooooaaaaaá, ahogado e histérico, se le erizaron los pelos como púas, las garras se clavaron en las grietas de la madera del piso y sus ojos en sus enemigos; la cola vivoreaba en el aire que contenía y diseminaba el hedor que poco a poco tentó las narices ávidas de carne.
El viejo miró el anillo y recordó, con ruido de hojas deshidratadas y crujido de ramas quebrándose, que alguna vez había tenido un significado esa simple argolla opacada con sangre seca. No reparó en los perros que lentamente subían a la galería y le gruñían a la silla esterillada, como si pudiesen ver a través suyo. Tal vez pareciese un trozo de charqui, menos atractivo a esos animales que necesitaban de algo húmedo a la vez que sustancioso, tal vez lo reconociesen todavía como aquél que les daba el sustento cuando aún quedaba algo que tirarles al hocico.
Observando el horizonte oía los gruñidos y los chasqueantes mordiscos de adentro de la casa, la desesperada lucha por hacerse de un trozo de putrefacción. Pronto todo quedaría limpio hasta los huesos; hasta el aire.

viernes, 18 de noviembre de 2011

El viejo y el gato.

La casa oteaba el horizonte, sus aleros y galerías se quedaban con el exceso de luz en pleno mediodía de verano. Una leve brisa caliente soplaba de a ratos y movía las cortinas deshilachadas, desgarradas por el abandono y su entrega a los años. En medio de una geografía plana, parecía un túmulo de esperanzas perdidas cubierto de tejas españolas, antiguas, viejas como la mentira. Los eucaliptos machos y hembras que la rodeaban por detrás y los laterales, daban la sombra necesaria para que la construcción no fuese un crematorio de ánimas, y se acordaban todas las noches, de cantar con voces parecidas a ellas, con sonidos que desde la ruta sonaban como el coro lúgubre de los extraviados del paraíso o los habitantes del purgatorio, o como los gritos ahogados de quienes tratan de despertar de una pesadilla. El frente estaba liberado de obstáculos para la vista de esa llanura que, desde el perímetro de la vivienda, se extendía uniforme hacia la línea horizontal, límite del plano de pastos resecos hasta donde alcanzaba la mirada, una imagen mareada por el efecto turbio de los reflejos del sol en esa atmósfera cuasi desértica, como si fuese el aliento de la tierra, su respiración, semejante al jadeo de los perros que necesitan agua. “Se van a morir”, le dijo el viejo a su gato sin levantarse de la silla esterillada. “Se van a morir”, volvió a decirle al gato que, sin mirarlo maulló un “weee” desganado y entró a la casa. “Todos morimos algún día, o alguna noche”, le habrá dicho en ese lamento.

El viejo, enjuto, piel de corteza de roble añoso, manos de barro y ojos de pasado pisoteado, tenía la costumbre de sentarse debajo de la galería, delante de la puerta de entrada, mirando al este hacia la divisoria del cielo y el infierno. Al este; por la tarde. Nada más estúpido que perderse el atardecer por darle la espalda.

Un rato después, el gato vuelve a la galería masticando un pedazo de carne que encontró por ahí, y escupió una alianza.

martes, 8 de noviembre de 2011

Video anticipando la salida de Epaminondas.

Nada para decir, ya es mucho. Y no se trata de silencios, se tata de palabras lejanas que ya cumplieron su ciclo vital y murieron transformadas en lo que uno es.


Epaminondas Chazarreta está a punto de salir a la calle. Parece una biografía, pero es una biografía desautorizada que, con humor, pone en su personaje  un proceso interior propio de cada uno de nosotros, quienes encontraremos en él un espejo donde identificarnos. Se conocerán sus frases célebres, todo el humor y la emoción que pone en sus reflexiones y en el recorrido que se realiza por diversos episodios de su vida. Epaminondas es en realidad, el seudónimo de ese mismo personaje que se escuda y apoya en su heterónimo para evitar reconocerse, hasta que su propia creación se le rebela, demostrando que nada debe darse nunca por sentado, especialmente cuando se trata de ser quien se es.

Prologado por Carina Andrea Acosta. Ilustración de tapa de Noelia Gaillardou.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Colección ArteSana del Ánfora Etrusca


Textos del blog
en formato libro.
Los encontrás en
Oliverio Libros y Revistas
Rivadavia 217
Granadero Baigorria




domingo, 23 de octubre de 2011

Nueva recopilación de frases espontáneas.

"Creo que me enamoré, de ese amor consciente y asentado, del hoy, del proyecto individual no truncado. De ese amor que aporta y no quita, del que se sabe gastado de pasado y sólo quiere ser. De ese amor me enamoré. Del que sabe que todo tiene un final y sin embargo lo intenta y es feliz."

" Hay frases que siempre aparecen en una relación, como "Nunca nadie te querrá como yo", "Con el levante que tengo puedo tener muchas minas mejores que vos", "Qué hago yo con vos, habiendo minas que están tan buenas..." Esas son muestras descartables."

"Me pidieron que comparta una cita célebre, y recordé cuando me encontré conmigo."

"Creo que debería aprender a decir sutilezas de tono escatológico. (Heidi a la Señorita Rottenmaier)"

"Alguien me prometió una carta. Una carta es como una promesa, una paloma entintada, un anillo grabado, la palabra dada. ¡Dámela de una vez, pedazo de insensible!!!!"

""Ahora que lo pienso, no creo que exista un verbo que se use para "hacerse amigo", una sola palabra; no es "amigarse" porque necesita una pelea previa... "Amistar", yo me amisto."

De Diálogos Inspirados, con Carina Andrea Acosta."

"La mentira es un camino cuyo comienzo aparenta ser sencillo y permite lograr objetivos cercanos. Pero ni siquiera es un camino de cornisa, es una cuerda floja que ruega la quietud del viento y jamás permite el descanso en la paz que la verdad ofrece cuando una persona se hace cargo de sus decisiones."

"No victimizarse es la clave para sacar fortalezas del dolor. Sin embargo, tenemos que enfrentar el proceso que nos permite vernos desde otro lado y no siempre desde adentro."

"Capa a capa, la vida puede ser una cebolla difícil de pelar y luego desarmar. Sorprende la facilidad con que se puede abrir, la misma con la que nos hace llorar. Dicen, que haciendo tal o cual cosa, no lloramos. Dicen. ¡Qué fácil se dicen tantas cosas!"

"Seeeee, Heidi es un personaje de Juana Spyri, y cuando salía con Pedro, más de una vez se le escapaba un cordero. Moraleja: Más vale cordero asado que cayéndose por el acantilado."

"Descuiden: Cuando decida ser hipócrita, no le avisaré a nadie."

"La fuerza perlocutiva no depende siempre de nosotros y nuestras actitudes, pero nuestra ilocución es una parte indispensable para una comunicación, que no siempre resulta eficaz. ¡No sé de qué estás hablando!"

"No tengo la solución a los problemas que cada uno tiene, no puedo acordar con todos ni pensar siempre igual que todos, no puedo seguir una idea si antes no la analizo y tomo postura. Permitime la crisis, permitime el discenso, permitime buscar otras ideas y pararme en mis convicciones sin presionarme en lo que me lleve lograrlo."

sábado, 22 de octubre de 2011

Demasiado largo para un long play


Esa mañana comenzó el acabose; aunque parezca contradictoria, semejante afirmación es absolutamente real, porque lo que comenzó como un simple momento televisado, una presentación que debía ser una más de las tantas, se diría que terminó en un caos controlado sin final posible. Aclaremos esto; un final eterno, suspendido en el aire real más allá del aire televisado y todavía no se ha encontrado la manera de terminarlo definitivamente. 
El estudio de televisión era un espiedo gigantesco cuyo calor manaba de los cañones de luz, de los seguidores cuyos haces enceguecen a su objetivo, paradoja de quien se muestra y no ve; y aunque las dimensiones del recinto son de un tamaño considerable,  para la cantidad de personas que estábamos ahí adentro esperando que nos diesen la orden de “aire”, era insuficiente.  Aunque ya estoy acostumbrado al terrible calor que se soporta cuando el aire acondicionado no funciona bien, me rompe soberanamente los kiwis, ya arrastrados por el piso, además de chamuscados, que el encargado del mantenimiento acate las órdenes de ahorrar energía y disminuya la frecuencia de encendido para bajar la temperatura. Él cuida su laburo pero no la salud de los que nos asamos de a poco acá adentro. No quiero ni pensar lo que sentían los músicos mientras esperaban para ponerse a tocar, y a tocar en serio, los cables cruzaban por debajo del escenario hasta la consola del director, parece que lo que querían lograr era el primer videoclip del grupo tocando sin playback. Les debían quemar los instrumentos en las manos. Parecían tipos piolas, un poco estrafalarios, hacen rock y usan trajes, no sé, no me cierra la idea pero bue, tienen demasiados fanáticos como para encontrarle un defecto a la imagen que dan, no arriesgaría un comentario negativo, aunque fuese constructivo, en medio y ni siquiera a espaldas de esa turba fanatizada, embelesada, expectante. El mutismo del público es lo que más aterra, eso es a lo que más se teme, igual que los silencios de los psicópatas al acecho, la calma que precede a la ira de Zeus.
Antes de que ese día llegara escuché algunos temas de estos chicos, nos habían avisado que venían con una semana de anticipación, aparentemente tenían la agenda hasta la jeta de giras, entrevistas y presentaciones como ésta; son buenos, muy buenos. Pero el fanatismo que veo en el público me supera, como me superó la estúpida decisión de salir al aire con tanta gente en el estudio, no sé, se me ocurre que no fue buena la idea del productor. Pero yo soy un pinche, nada más que un camarógrafo que obedece las órdenes del director.
Desde que comenzaron a tocar, el galpón tuvo que ser ampliado. Se pensó en la posibilidad de cerrarlo herméticamente hasta que los músicos dejaran de ejecutar sus instrumentos y cantar, pero no hubiese sido muy humano ni piadoso final. Lo que se hizo fue procurar que la energía eléctrica jamás sufriese una interrupción para que la música siguiese sonando y una gran pared de durlock dividió el escenario, con todas esas personas incluidas, para separarlos del resto de las actividades que se siguen realizando normalmente acá adentro. Lo único que mejoraron fue el tema de la temperatura en ese sector, los músicos eran corderos  acorralados por el público, quedaron en medio de esos monstruos que habían generado con su música y que esperaban el final del tema para abalanzarse sobre ellos y devorárselos tal vez; una multitud antropófaga a la espera de hacer algo con ellos, fagocitarlos, degustarlos, llevarse un trozo de cada uno, un mechón de cabello o un dedo; un zapato o un ojo.
Los del grupo se dieron cuenta de la situación cuando, casi terminando el tema, varias personas se acercaron corriendo, demasiado cerca, muy cerca; detrás de las primeras fanáticas se abalanzaron todos, todos absolutamente los rodearon y se quedaron así, como están ahora, sin corear Hey Jude porque les habían dicho que estuviesen en silencio para que la grabación no se arruinara. Así, esperan el final de la canción, demasiado larga como para un simple, más todavía para un long play de vinilo. Por supuesto dejé de enfocar la cara del cantante cuando sus ojos se desencajaron y los gestos del llanto, que desfiguran el rostro, afectaron la fotogenia. Se nos dio la orden de corte al cabo de varias horas de un agotador y repetitivo estribillo.
Lo que más me jode la existencia es que, además del calor que sigue haciendo en el trabajo, no logro sacarme de la cabeza el naaaaa, na, na, nananana… He-ey Jude. Pero uno se acostumbra, es una linda canción.

 

lunes, 17 de octubre de 2011

Compañera en las sombras


Foto: María Agustina Pascual

La escucho revolver los cajones del ropero; siempre me olvido de cerrarlos completamente y a ella le encanta sacar la ropa y meterse ahí. Peluda maniática de las prendas de lana, que en la oscuridad de mi descanso nocturno enciende su motor y lo deja en marcha largo tiempo, mientras rasca sin solución de continuidad el fondo de madera del cajón que dejó vacío. Dos únicas luces de alerta dicen que está despierta aunque ya no ronronee, esos ojos fotoluminiscentes penetran mis pupilas desveladas, varadas en el tiempo que no transcurre, insomnio cansado, el peor de los estados de semiconsciencia durante el cual pienso que podría hacer algo productivo, pero no. Definitivamente el cuerpo se resiste, pesa más que de día, más que la culpa y el engaño.

Cerrar los ojos no es garantía de sueño, mucho menos cuando de pronto el peso de un bólido carnívoro, surgido de las tinieblas precedido por sus faros incansablemente nocturnos, se arroja sobre mi cuerpo buscando el aterrizaje perfecto en la cama, no a mis pies, sino al costado de mi cintura. Y pesa. No sé si es por su propia masa o por mi estado calamitosamente débil que no soporta la presión de ese cuerpo tibio y suave, que deja pelos por donde sea en esta época de primavera. Nuevamente el sobresalto y el desvelo.

Y ahora no veo nada. Ni las dos luces de esa salvaje criatura en miniatura, representada en un minúsculo remedo de pantera, tal vez porque es la sombra de su sombra, y si cierra los ojos desaparece de esta atmósfera ciega que nos envuelve. Pero vuelvo a oírla, parece el incansable viaje de un auto lejano, apenas se oye el ronquido homogéneo que acompaña el acompasado tanteo del acolchado, lo presiento, y a veces dudo si es para esponjarlo más o para someterlo a sus deseos, con masajes como pasos mínimos de geisha pero con sus afiladas garras deshilachándolo impiadosa.

Y ahora el silencio, el acto de desaparición más imperceptible parece haberse llevado a cabo de manera exitosa, el sueño viene a mí entonces, rápidamente cierro los párpados arenosos, casi con esa sensación del quejido de una cripta que se abre, con un ardor que traspasa los límites de las órbitas.

Buenas noches.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Humanidad

Ya nadie se preocupa por el tipo que, desnudo, anda en bicicleta por todo el pueblo. Las bromas acerca del pobre asiento o de su trasero y su escroto paspados, habían pasado de moda. El viento y los movimientos propios del pedaleo balanceaban su pene, libre en su corto vaivén. Tal vez algún forastero lo notase, pero jamás ninguno dijo nada porque nadie decía nada.
Una vez, el ciclista había leído el cuento de un rey que quería el traje más costoso del mundo. A ese rey, unos vivos le vendieron ropajes que el monarca no veía, haciéndole creer que sólo los podían ver quienes tuviesen gran sabiduría. Así, anduvo desnudo un tiempo por todo el reino sin que nadie se atreviese a decirle nada.
Luego de reflexionar un poco sobre esa historia, el ciclista salió a rodar las calles, con la certeza de que estaba vestido de humanidad.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Muerte Capital

Soy un cajero automático,

no escupo billetes
los vomito en tu mano.
No sé tu código
pero estás numerado
como cada uno de estos papeles
que, sin decir gracias,
se dan media vuelta
y salen contando
su propia melodía.
Me voy vaciando y
los gusanos me verán como festín
cuando vuelva a ser humano.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Entre ellos y yo


Esperando al podólogo del inconsciente 2
Patricia Ferreyra (foto)


¿Nadie?
No digas eso
allí hubo muchos.

¿Todos?
Ni se te ocurra
allí no cabrían tantos.

¿Cuántos?
Ni lo preguntes
allí no vale contarlos.

¿Fantasmas?
Ni siquiera existen
allí sólo existís vos y los otros.

Lo que me causa tristeza

Esperando al podólogo del inconsciente
Patricia Ferreyra (Foto)

Se desarma se cae
se derrite cambia
dentro de mí, dentro de mí.

Se enciende se encarama
se vuela vuelve
dentro de mí, dentro de mí.

Se junta se acumula
se desparrama cuela
dentro de mí, dentro de mí.

Y no lo quiero acá
no lo quiero acá
me lo arranco de las grietas.

sábado, 3 de septiembre de 2011

El amor es el mundo


Foto: M. Agustina Pascual






El amor es el mundo y el mundo está verde en sus manos. El amor tiene tantas formas como quiera y a veces ninguna, hasta que encuentra el molde que le da forma. Como los elementos cuyas partículas siempre se dispersan, si no encuentran límites que las contengan.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Consecuencias de la ansiedad

Algunos estados de ansiedad le confieren a mi dieta una gran dosis de auto canibalismo o mío antropofagia: Me estoy quedando sin dedos para seguir escribiendo.

Cuatro emociones fundamentales

Enojo

Comienza
horadando recodos,
arremolina terrones
y retira;
deja el agujero.

Ansiedad

Barrena
carrera hacia la tierra
hasta el centro
removiendo, hundiendo
sin rabia, un barranco;
sin embargo
parecía que volaba.

Miedo

El descenso es lo grave.

Tristeza

Y no es sangre,
es lava o escoria
casi lo mismo;
al menos se va
por los recodos horadados en barrena.

Todos tenemos derecho a pasar por las cuatro estaciones.

jueves, 18 de agosto de 2011

Una especie de epístola.

Puede leerse abriendo este enlace en pestaña nueva, para escuchar: http://www.listengo.com/song/8685406385

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Mi estimado señor:
Por la raleada cumbre de su humanidad podría adivinarlo mayor, sin embargo, he llegado a la conclusión que muchos, más jóvenes que usted, ya han experimentado el rigor del sol en la piel de sus cabezas. Muchos la estiman, otros la detestan; en lo personal, opino que nada es más atractivo que un señor maduro, con las señales del tiempo como cúspide y no anatema. La experiencia de su madurez, me lleva por senderos que no había experimentado con ningún coetáneo, ni mucho menos alguien cuya edad, escasamente pase los ardores de una incipiente independencia. No, mi estimado señor, no se compara.

Tal vez el tiempo nos dio esa chance, o tal vez la sugerencia de un terapeuta que me abrió a un nuevo mundo, sacando ideas equivocadas o, simplemente, estimulando a intentar lo que jamás se me hubiese ocurrido arremeter. Y fue lindo arremeterse con usted, mi estimado caballero, de piel magnética y personalidad intensa.

Tal vez usted no lo sepa, pero yo, que creía ser mujer, ahora veo que lo soy mucho más; y que no quiero ser igualada, sino equiparada en nuestras magníficas diferencias, que son las que me hacen desearlo tanto.

No creo que le sorprenda esta epístola, tal vez le hayan dicho estas cosas antes, si estoy siendo reiterativa, no es de mí, sino de otras tal vez. Y qué bueno que haya sido así, porque lo hace aún más deseable.

Estimado señor de vientre disfrutado, encolumnadas piernas de paso seguro y austero, mi libido se eleva y las feromonas fluyen e inundan el aire a mi paso cuando lo pienso cerca.

Puesto que ya nos hemos acercado, visto, arrebatado y disfrutado; espero verlo pronto nuevamente, como desde hace más de un año.


Suya.

jueves, 11 de agosto de 2011

Encuentro

Tratá de leerlo escuchando, abriendo en ventana nueva este enlace: Kozmic Blues - Janis Joplin & Jimi Hendrix


Cuando el vacío se abre
para abrazar la espera
todos los relojes acuerdan
el encuentro.

Si es por piel,
por palmos de silencios
que ahogan mis labios
mientras buscan tu tibieza,

o por mi tacto
que recorre lo que ya
no imagino;
te miro con las manos.

Te descubro
me descubres
somos tan transparentes
ahora.

Nosotros
asesinamos a los relojes.
Mutilamos cada marca
de cuadrante
los dejamos mancos
frente al tiempo.

En el encuentro,
la inexistencia
del futuro
me devuelve a vos
como la muerte
al polvo,

la permanencia del hoy
me entrega entera,
y soy,
cuna y abandono
colina y meseta
hoy.

Los relojes
acordaron el encuentro
y ya no existen.

Los asesinamos.

No sé cuál es mi cuerpo
ahora
todo es mío
todo es tuyo.

Ahora

tu espera
tiene el ritmo de mi tiempo,
generosa y mutua,
divina,

en la cima gritaré
y será el alud,
soberbio y arrasador,
colmado tal vez de improperios
salvajes
o dulces te amo.

Todo vale,
menos las horas.

Pobres relojes,
desnudos de tiempo
igual que nosotros
nos vestimos de celo.

Soledad

Acompañá la lectura escuchando este enlace, abrilo en pestaña nueva: Up all night - jazz music- lifescapes- relaxing piano

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Y es así, ¿viste? Es como que la casa te queda grande y como que la noche se pone tu frazada, porque vos seguís teniendo frío. Una noche con tu bufanda y tus guantes, que no te deja dormir porque te dejó desnuda en el medio de la nada. A veces la música es la que te abraza, pero no sé por qué, también te hunde, te ahoga; pero hace bien, hace bien.

Y una se pone a recordar cosas vagas, primero y después, crece un vacío, por dentro y por fuera, y ese vacío es una bomba que hace que te sientas que explotás en cualquier momento. Después, es al revés, te empezás a sentir cada vez más chiquita, más y más diminuta, tanto que cabés en la mano de ese bebé que fuiste en el vientre de tu madre, quienquiera que haya sido. De algún vientre he salido, en alguna probeta tal vez engendrada, no lo sé y ya no me importa. No sé si siento lo mismo que todos los que nacen porque ‘papá le puso la semillita a mamá’ de la manera tradicional. No lo sé. No importa. Soy un universo que se expande y que se achica, depende del aroma que me alcance el viento, depende de lo vacía que esté la alacena en la cocina. No cocinaré para mí sola. Así está muy bien, muy bien; no tengo más apetito que llenarme del espacio en el que habito, que se me hace hostil, que se me hace ajeno y a veces tan familiarmente solitario.

Y es así, ¿viste? Por ahí disfruto la soledad y ella me disfruta, me dice que me quede, que la escuche, que la palpe, que la viva y que la sufra. Que ya me va a gustar. Que ya le voy a encontrar el lado más amable. De hecho es así. No quiero darle la razón aún, para que no me invada, porque hay algo por ahí que me interesa un poco más que ella ahora.

Pero ¿sabés una cosa? Ella es más fiel que cualquiera que me interese. Sin discusiones es la que se queda siempre al lado, es leal, se adapta a mis caprichos. Me deja que llore y llora conmigo y eso me gusta mucho; me deja que haga lo que quiera, me deja libre, porque sabe que incondicionalmente siempre volveré a ella cuando todo alrededor me agobie, me atemorice, me sature, me duela, me escarbe, me estorbe, me pueda, me pula, me coma, me mastique, me supere.

Así que acá estoy, me subo a la ausencia, me cuelgo del silencio y lo estrangulo con algo de radio, tal vez. Las esquinas se reservan los fantasmas, igual que los cajones del ropero y las cajas de zapatos con rótulos; mi corazón también, pero no digo nada para que no se los apropien. Algo de jazz salpica esta historia, de tantas noches infames que me dejan ser, pero escupo letras por los dedos, palabras, significados violentos o pacíficos, según el ritmo con que ese piano intente destrozarme o acompañarme, en esta soledad.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Nuestro jardín especial

Ese balcón, en el medio de un edificio, en el medio de la cuadra, en el centro de la ciudad; nos hizo levantar la cara, mirar para arriba, estirar y ensanchar las narices para oler mejor.

Nunca habíamos pasado por esa calle para ir a la escuela, que queda cerca de nuestro departamento; serán unas seis cuadras más o menos, pero, como mamá siempre anda apurada, me sube al auto, con los minutos contados para llegar a clase y hacemos el trayecto en un momentito encapsulados en el vehículo. No habíamos pasado caminando por ahí hasta ese día, que tenía el auto en el taller y más apurada y nerviosa estaba porque decía que iba a llegar tarde a todos lados.

El caso es que íbamos caminando y olí un aroma raro, algo como dulce pero suave, y no sabía qué era. Me llamó la atención.

- ¿Qué olor es ese, mamá? – Pregunté, porque nunca había olido nada parecido y mi nariz estaba entre embelesada y confundida. Porque además, me provocaba la sensación de recuerdos, pero no un recuerdo en especial, no; la impresión de estar en otro lugar, en otro momento que me hacía sentir bien.

- ¿Cuál, qué, qué Tomi?

- Ese perfume mamá, es un perfume suave.

- No sé, Tomi, será el café con leche y medialunas recién hechas del bar que pasamos.

- No, no mamá. Levantá la nariz, levantala, dale.

Mi mamá, como siempre, apurada, no quería hacerme caso; pero lo hizo. Y fue raro, muy raro, porque de pronto, como si la hubiese tocado jugando a la popa hielo, se quedó quieta, con la nariz bailándole allá arriba y se sonrió, medio triste la sonrisa, pero parecía que le había gustado. Hasta creo que cerró los párpados, no se los vi, estaba con la cara apuntando al balcón. Esperó un ratito y el pecho le subía y bajaba despacito y después se le entrecortaba un poco la respiración. Me miró, con los lentes oscuros que ella usa no le pude ver los ojos, pero se le escapaba un hilito mojado por detrás de los vidrios que reflejaban mi cara de asombro.

- No lo puedo creer – me dijo – huele a la casa de mi nona. No se apuró para decirlo.

Yo sé, que cada casa tiene un olorcito particular. No es igual en ninguna de ellas, y no hablo solamente del olor a Roquefort de las zapatillas antes del lavado, sino de una mezcla de aromas que se desprenden de los materiales de la construcción, de los muebles, de la ropa, de las costumbres de los que viven allí, de lo que comen y también de la piel de cada uno. En mi casa no noto eso, puede ser el olor del desinfectante del inodoro, eso sí, o el insecticida o los productos de limpieza o el olor del cigarrillo.

Sin perder tiempo, mi mamá habló con el portero y le preguntó de dónde venía ese olor y qué era. Se olvidó que se hacía tarde para la escuela.

-¡Ah, sí! Una señora mayor que vive en el cuarto piso. Pero tiene el balcón lleno de macetas, menos mal que este edificio está bien construido, porque si no, se viene abajo. Vaya uno a saber cuál de las plantas que tiene ahí es la que usted dice, porque seguro que es alguna de esas plantas.

Mamá me dejó en la escuela y creo que ese día se lo tomó libre, primero, porque me fue a buscar, no me volví con el transporte, que dicho sea de paso, tarda más que si volviese caminando, como lo hicimos ese día; y segundo, porque cuando íbamos de vuelta por la misma calle me dijo que teníamos que hacer una visita. En el tiempo que estuve en la escuela, lo había arreglado todo. Algo raro le pasaba, estaba contenta; al menos, no tenía esas arrugas encima de la nariz.

Llegamos al edificio y subimos. Cuando se abrió la puerta nos recibió una ola de aromas que me volvieron a dar esa sensación que no conocía y una señora mayor, delgada, casi sin arrugas y con una cara y unos modales que nos contagiaban paz y calma nos dio la bienvenida. Mi mamá era otra. Yo trataba de adivinar si era limón, algo de naranja y un toque de vinagre suave, o maderas, algo extraño pero agradable. La señora me invitó a pasar a su jardín colgante, era evidente que ya había hablado con mi mamá, para que yo mismo buscara la planta con ese aroma que me llamó la atención.

¡Caramba, cuando vi ese jardín me acordé de la clase especial de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo! Los Jardines Colgantes de Babilonia debían ser más maravillosos de lo que son en esas láminas pintadas y sin vida. Si esto en pequeño tenía tanto poder sobre mi espíritu, algo más grande haría que mucha más gente, como mi mamá, comenzara a cambiar su manera de vivir y de sentir las cosas.

La verdad es que eran muchas, muchas macetas, y la señora nos contaba que ese lugar era especial porque le proveía alimentos y especias para condimentar, pero también un sitio donde sentarse a soñar. Siguiendo a mi nariz, mientras buscaba como un perrito un sitio para marcar territorio, ella me explicaba que esa plantitas que se trepaban eran judías, habas, lentejas y hasta pepinos; que abajo, tenía lechuga y rúcula; pero en un momento en que me di vuelta, vi tomates colgando.

- ¡Mirá, mamá! ¿Los tomates salen de esa planta? – Le pregunté a la anciana, y sonriendo me respondió que sí, que también se trepaba por el enrejado y que siempre tenía ensalada lista; entonces, sacó uno, lo lavó y me lo dio.

- Probalo – Me dijo, la miré a mamá y me hizo un gesto para que confiara. Ahí me di cuenta de que el aroma del tomate es el del amanecer de un día cálido de verano, o de un almuerzo al aire libre en una jornada tibia y de sol. Tiene un aroma verde, a pesar de ser rojo; porque lo olí y tuve esa sensación de hierba recién cortada, de tierra húmeda. Su piel lisa, brillante; muy delgada, casi translúcida, reflejaba la luz con suaves tonos de espejo. Sin embargo esa aparente debilidad de la cáscara, se resistió a la primer mordida; al presionar con los dientes se hundió la carne primero y luego se cortó la delgada película; y ahí es cuando explotó en un torrente de jugo chorreante, difícil de controlar en su desborde y el sabor me invadió toda la boca; un sabor que no es completamente dulce ni es totalmente agrio, porque tiene la característica de lograr el punto medio en que la acidez es agradable y deleitosa.

En otras macetas pequeñas, los colores eran brillantísimos, me dijo que eran ajíes muy picantes que se nombran comúnmente con una mala palabra; porque cuando se los come pican mucho, mucho y hay que saber usarlos; de esos no me dio. Pero había más, y me dijo que muchas cosas que comía también estaban enterradas y que yo no las reconocía porque nunca las había visto así; eran papas, zanahorias, cebollas y rabanitos en macetones amplios y en otros más altos pero menos anchos, tenía un manzano especial, quinotos, y también, desde un rincón del tejido de protección pendían frambuesas.

De todo un poco probé ese día, y con mamá nos llevamos de regalo ramitos de albahaca, tomillo y romero. Pero lo más importante sucedió cuando identifiqué el aroma particular, como una mezcla de anís suave, y eso lo sé por una botella de licor que hay en casa, con algo de menta.

- ¡Ésta, mamá! ¡Es ésta!

- Eso es hinojo salvaje, esta mañana temprano corté algunos brotes y eso lo hace oler más, justo cuando ustedes pasaban, seguramente. Algo les despertó en la memoria, la que se recuerda y la que está ahí, desde muchos años antes de nacer.

No entendí bien, pero dijo eso mirando a mi mamá, y ella, que siempre anda apurada, nerviosa, sin ganas de nada más que llegar a casa y tirarse a descansar; le devolvió una sonrisa calma y agradecida. Algo tuvo que ver ese jardín en mi nueva mamá. Lo digo así porque desde hace un tiempo, estamos cultivando nuestro pequeño jardín de balcón, con todos esos vegetales arriba y debajo de la tierra, que yo mismo toco con mis manos, que desmenuzo y huelo cuando riego. Frutas, verduras, hortalizas y hasta hierbas salvajes que yo mismo veo y ayudo a crecer y que, cuando algunos maduran o tienen el tamaño adecuado los retiro, limpio y preparo para comer; pero otra de las cosas que me gustan hacer en nuestro rincón, es sentarme a soñar y respirar, porque ese aroma, el primero que noté aquel día, no sé por qué, me lleva a ese lugar y tiempo que no conozco pero que recuerdo, y que mi mamá dice que es el olor de la casa de su nona. A propósito, mi casa ahora sí, tiene su propio aroma, y esta vez es el de nuestro jardín y el de nuestra piel y espíritu más sanos y felices.

UNA EXPERIENCIA EXITOSA: El primer sueño de Celeste


“A diferencia de las pesadillas, que se suelen recordar, al día siguiente los niños no tienen ningún recuerdo del terror nocturno porque estaban dormidos mientras ocurrió y no tienen imágenes mentales que evocar.”
http://kidshealth.org/parent/en_espanol/emociones/terrors_esp.html

Belén apagó la lámpara y la habitación quedó oscura. Como era una noche de luna llena, un punto de luz muy blanca se reflejaba sobre la pared que tenía enfrente. Ahí clavó su mirada. Como estaba somnolienta, no parpadeaba; obnubilada, sintió como arena en los ojos hasta que cerró los ojos para dormir. El punto de luz no se iba de su vista. Abrió los ojos y ahí estaba en la pared, blanco y brillante. Cerró los ojos de nuevo y seguía viendo ese punto pero, extrañamente, cuando quería verlo directamente, manteniendo los ojos cerrados, ese puntito cambiaba de lugar y cambiaba de color: de blanco a verde claro y luego a un lila tenue que se iba oscureciendo y de pronto se hacía brillante hasta desaparecer. Recién ahí, la oscuridad. Tomó nota de todo lo que le pareció importante sobre ese fenómeno, para poder investigarlo.

Belén tiene una hermana, se llama Celeste. Cuando esto sucedió, hace unos diez años atrás, ella tenía doce años y Celeste es siete años menor que Belén. La hermana mayor la observaba. Celeste no dormía nada bien por las noches. Era un problema que había que solucionar. Solía dormir llorando silenciosamente, o bien solía despertarse gritando; también pasaba noches moviéndose y pateando, o como si corriera estando acostada. Lo pasaba mal, Belén, por supuesto, tampoco podía dormir con su hermana en la cama de al lado, en la misma habitación, toda la noche haciendo ruido. Pero no estaba enojada, se preocupaba y quería hacer algo por ella. Evidentemente, los cuentos que le contaba a media luz antes de dormir, sólo servían, hasta el momento, para que el sueño la atrapara pero no para que su descanso sea placentero.

Aquella noche, cuando apagó la lámpara y experimentó la ilusión del punto de luz, Belén se hizo una pregunta: ¿Qué pasaría si en vez de mirar un punto de luz, mirase fijamente un dibujo más complejo y con muchos colores?

Esto le hizo pensar que, tal vez, las retinas de su hermana, guardaran la imagen por algunos momentos antes de dormirse. Siguiendo la lógica que por experiencia había adquirido, si un punto de luz quedaba grabado en la retina; sería correcto pensar que la imagen de la lámina, quedara también grabada unos momentos al cerrar los ojos. Y se hizo más preguntas. ¿El dibujo se movería? ¿Cambiaría de color?¿Lograría que ese fenómeno la ayudara a soñar a su hermana?

Esto se le presentaba como un reto imposible de rechazar. A Belén le gustaban las clases de ciencias, le gustaba desarrollar sus competencias científicas porque era curiosa, preguntona y le producía gran satisfacción sacar conclusiones de cuanto dato registraba en un cuadernito que llevaba siempre consigo.

A Celeste algo le ocurría, algo que Belén ya había investigado y que los científicos llaman “terror nocturno”. En internet, buscó sobre el tema y supo que los niños que sufren de terror nocturno “no recuerdan imágenes porque no tienen imágenes para recordar”. No es como en las pesadillas. En las pesadillas, se suele recordar lo que se soñó. Los adultos muchas veces no prestan atención suficiente a estas cosas y sus padres no eran una excepción: “Ya pasará”, decían. Pero para Belén no era suficiente respuesta.

Por eso decidió poner en marcha su experimento. Primero probó en ella misma, usando sus propios ojos para experimentar. Preparó cuidadosamente cada paso. Pegó con cinta la lámina en la pared donde había visto el punto de luz. Buscó una linterna potente. Como era de día, cerró todas las persianas y las cortinas para que no entrara la claridad del exterior. Se sentó en la cama, como lo hacía cada noche y, con la luz de la linterna apuntó al dibujo. Clavó sus ojos en la lámina, sin parpadear, hasta que los ojos se le hicieron arenosos, como secos y ahí, los cerró, a los quince segundos, según calculó. Al principio le pareció que todo desaparecía, pero a los pocos instantes, reapareció una imagen algo confusa, eran los globos que cambiaban de color: lo anaranjado pasaba a ser azul, los colores eran todos diferentes y brillaban. El canasto con la niña se movían como volando, el pasto del suelo no era verde, era rojo. Ella los perseguía con los ojos, sin abrirlos, y el dibujo parecía una película loca. Belén, tomó nota en su cuaderno, de todo lo que le pareció importante para tener en cuenta.

He aquí, entonces, su primera hipótesis: “Las imágenes que quedan en nuestros ojos cuando los cerramos, no son las mismas que cuando las vemos con los ojos abiertos y, además, se mueven.” Su hipótesis había quedado probada y tomó nota en su cuaderno.

Ahora bien, Belén tenía que conectar su teoría con el problema de su hermana: el terror nocturno.  Celeste no tenía imágenes para recordar mientras dormía. Belén creyó tener en sus manos la solución.

Bien, esa noche, cuando se fueron a acostar, Belén tenía todo preparado para hacer su experimento. Midió la distancia entre los ojos de su hermana y la pared, para que la experiencia fuese lo más parecida a la suya. Usó la misma lámina, la misma linterna y el mismo método.

- Celes, mirá  fijo un rato el dibujo, no parpadees. Yo te digo cuándo tenés que cerrar los ojos, te va a parecer como que tenés arena, o como que se te nubla la vista como cuando abrís los ojos abajo del agua.

Celeste, abriendo mucho los ojos y aguantando el parpadeo reflejo, miraba la lámina mientras Belén apagaba la luz del techo y prendía la linterna apuntando al dibujo. Así estuvieron quince segundos, que es lo que Belén calculó que podía aguantar, como ella.

- Ahora cerrá los ojos – Le ordenó.

Celeste puso en funcionamiento su cámara oscura; algo vio, Belén estaba segura porque la pequeña sonrió, parpadeó y volvió a cerrar los párpados.

- ¡Está ahí! – Decía -¡La nena y el oso están volando!

‘¡Funciona!’, pensó Belén sumamente entusiasmada mientras su hermanita, con los ojos cerrados, le decía, señalando con su índice: -¡Los globos están ahí! ¡Ahora ahí! ¡Y ahí!- Y movía el dedito para todos lados.

- ¡Otra vez!- le dijo Celeste, con sus ojitos brillantes.

La niñita la observaba a ella y a la lámina, y, cada tanto, cerraba los ojos y de golpe, sonreía y volvía a mirarla y, así, poco a poco, el sueño la fue venciendo.

Esa fue una noche gloriosa. No hubo gritos, no hubo llanto, ni siquiera un sobresalto. Maravillosas noticias para una científica que acababa de comprobar la hipótesis que había formulado en su cuaderno: “El terror nocturno desaparece cuando se proporciona una imagen colorida que pueda ser recordada.”

A la mañana siguiente, Belén felicitó a su hermanita por dormir tan bien durante toda la noche y le preguntó si había soñado. Pero Celeste la miró curiosa y la sorprendió con otra pregunta: ¿Eso que vi anoche con los ojos cerrados es soñar?
-Bueno,- respondió Belén  –es soñar cuando ves como una película mientras estás dormida.
-Mmmmm- se quedó pensativa Celeste. –No sé, no me acuerdo.


La respuesta dejó a Belén tan curiosa como al principio.

martes, 9 de agosto de 2011

Segismundo y Elmira. Otra opción para contar lo mismo

La casa, muda, de pronto comenzó a vibrar con los sonidos de Wagner, Ride Of The Valkyries salió despedida del combinado de madera lustrada, herencia de la anterior habitante de la casa en la que vivían Segismundo y su hermana mayor Elmira. Segismundo, que solía ser un muchacho de buen aspecto, a estas alturas de su vida, con sus cincuenta y dos años vividos, o no, en que iba perdiendo el cabello en color y en cantidad, trataba de conservarlo a base de tinturas madres especialmente preparadas para él por una colorista naturista, ya que su intolerancia al amoníaco le impedía usar los químicos comunes. Continuaba siendo delgado, su premisa era conservar la delgadez que perdieron sus varias, al menos dos, ex esposas, por dar a luz a esos engendros endemoniados frutos de su semen; y mantenía su silueta para que ellas no perdieran de vista la lección esencial de la vida: 'Nadie te quiere gorda y deforme'. Claro que dicho de esa manera, así tal cual su pensamiento, suena un tanto brusco, y es que a él, que es amante del recato, jamás se le hubiese ocurrido decirles a esas mujeres, la brutalidad de asumirse como un infeliz escaso de sentimientos y de un tacto inexistente, a la hora de anunciar que sólo estaba con ellas por sus cuerpecitos de Venus. Es por eso que optó por la mejor de las maneras de terminar sus relaciones; hundirlas en la más profunda de las depresiones haciéndolas sentir los seres más infelices, ignorantes, bajos, egoístas y culpables de su desgracia; eso sí, siempre con altura, demostrando una ilustración enciclopédica Kapeluszquiana y avasallando a su interlocutor, aunque mayormente son interlocutoras de turno, con vocablos a veces inconexos e inexistentes, pero que quedaban muy bonitos para la ocasión, según su propio criterio.

La música lo elevaba por sobre la silla para lisiados a la que estaba condenado; viendo la escena desde abajo, su aparición ganaba en énfasis y emoción desde su punto de vista. Diversos accidentes, a los que era propenso lo dejaron parapléjico, sus dos piernas, además, debían sanar de sendas quebraduras; los brazos, enyesados como sus miembros inferiores, tenían problemas de tendones y huesos defectuosos por las reiteradas rupturas; también sufría por sus varias costillas fisuradas, la columna con una desviación grosera y su cabeza poseía una válvula de descompresión de líquidos. Sus vértebras cervicales, además, estaban protegidas por un cuello ortopédico. Era imponente su rigidez.

A Elmira, no parece que el montaje escénico de su hermano le movilice alguna percepción más allá de la molestia; la escena que monta cada mañana para hacer su aparición al salir del dormitorio, sólo le provoca fastidio.

-¡Bajá de una vez pedazo de infeliz o querés que te traiga a upa! - Elmira era a Segismundo como el Demonio de Tasmania a la Antártida. -¡Ya está el desayuno, se te va a enfriar y no te lo caliento de nuevo, vos con tus vendas y ese cuello duro me tienen hasta los huevos! Ja, te lo dije en verso.-

- (¡Ah, cómo le metería una patada en el orto, pero tendrían que sacarme la pierna los bomberos con un extractor, de adentro de ese culo!) ¡Ah, querida Elmira, que con ese trasero de tan imponentes dimensiones me haces especular en la más certera manera de despojarte de una virtud que has de guardar intacta aún! Et infinitum corporea habebant inmensus, mas temo por la integridad de mis miembros, ya bastante maltrechos.

- Ma sí, si querés, vení, pero apagá esa porquería y poné algo que sepamos todos.

Y Segismundo obedece, sabe que su hermana no le tiene paciencia y es mejor que esté contenta. Empuja las ruedas de la silla con sus dos brazos enyesados hasta los hombros, algo de movilidad le queda para eso y algo de fuerza también; pero las cubiertas resbalan en el parquet encerado. Segismundo resuella, masculla palabras ininteligibles, epítetos groseros de quien se sabe burlado. -(Le dije tantas veces a esa bruja de mierda que no encere más el piso, parece que me lo hace a propósito para reírse de mi desgracia) Te he dicho Elmira, que al volver del aquelarre descanses del trabajo de remoción de la marmita y que dejes de deslomarte por lograr ese brillo áureo en las maderas que transito. ¿Es que acaso mi infortunio te ‘ensatisface’? (Diccionario Segismundoilógico: ensatisface por satisface) ¿Es que por designios de Chivaka, el gran espíritu que risueña, te dedicas a torturarme?-

-Ma daaaale, pedazo de nerd, hablá castellano haceme el favor y poné la radio, sacá esa porquería y ¡bajá de una vez!-

Ahora sí, la casa toma una vida mañanera típica de los hermanos, en la radio suena el tema del grupo favorito de Elmira, Sin bombacha, de Damas Gratis y le cambia la cara; a los dos les cambia. Mientras ella moja el pan con manteca en el café con leche, Segismundo se baja de la silla de ruedas y se sienta sobre el primer escalón; de arriba hacia abajo, es el primero; siguiendo el pliegue de los yesos de las dos piernas puede maniobrar de manera más o menos decorosa e indolora, aunque no siente sus piernas, cubriendo tres de esos escalones por vez; se ubica de espaldas hacia el piso inferior y gira, no teme caer precipitadamente, porque con las vendas de la cabeza se amortiguan bien los golpes y el corset, también está acolchado. Más le valdría arrojarse como con un trineo. Pero no, así tiene más dignidad. Trabajosamente llega al piso inferior.

-Che, nerd, me olvidé de avisarte que mientras estabas en rehabilitación vinieron a arreglar la silla elevadora de la escalera. ¡Oia! ¿Ya bajaste?-

-(Hija de tres mil novecientas putas!) Eres una indigna mujerzuela por genética, heredera de los más viles e indeseados cromosomas de tu libertina madre.

-¿Qué dijiste?

-Nada.

Segismundo se trepa a la silla de ruedas que está en la planta baja, derrapando llega, protestando sin solución de continuidad porque todos los pisos están encerados, y se sienta a la mesa; ese aroma lo transporta a sus momentos más tiernos de la infancia en la que su hermana era sometida a los más viles esfuerzos y él era el niño mimado por tener tantos problemas de salud. Tiempos lejanos, añorados. 'Quiero volver a ser niño', pensaba mientras untaba queso crema en su tostada, 'y meterme de nuevo en la concha de mi madre.'





Segismundo y Elmira.

Podría decirse que ninguno de los dos poseía los escrúpulos suficientes como para no herirse mutuamente, especialmente ella, que era la más mandona, sistemáticamente cabrona y malhablada. Aunque deberíamos aclarar en este punto del relato a qué nos referimos cuando decimos mal hablada; en este caso, a qué me refiero yo, como autor, que para eso estoy escribiendo esta breve historia y para que se entienda. El ser malhablado nos lleva a pensar en palabras que el diccionario, y me refiero al de la Real Academia Española, a veces tiene en su nómina de vocablos pero que para su uso, persisten ciertos reparos, ya sea por locación del hablante o por status social. No es lo mismo mencionar 'córrete' en España que en Argentina, y ello puede derivar en erróneas interpretaciones entre el emisor y el receptor; ni hablar de los que escuchan indirectamente la comunicación, que ni siquiera saben de lo que se está hablando. Pero en este caso en particular, el de los dos hermanos malhablados, nos encargaremos de dejar en claro que son justamente palabras que entendemos como groserías.

Para el caso de los hermanos, Segismundo y Elmira, gente de más de cincuenta años en su cronología de vida, él cincuenta y dos y ella sesenta y tantos, ya se sabe que las mujeres, por coquetería ocultan la verdadera edad, y por ende sus fechas reales de natalicio; decía, que para el caso de quienes hoy nos ocupan, no podemos decir lo mismo de sus pensamientos, que eran los correctísimos para ellos. Pensamientos filosos, egoístas, insanos; correctos malos pensamientos. Erróneas malas palabras, correctos malos pensamientos, depende de las subjetividades de los protagonistas y de los lectores, eso lo dejo al libre designio de las especulaciones personales.

Segismundo, persona de actitudes grandilocuentes, tenía por costumbre hacer sus apariciones matinales con grande alharaca, ejecutando en el combinado antiguo uno de sus discos predilectos, el de Wagner, en especial La Cabalgata de las Valquirias, cosa que a su hermana, la preparaba para sus ataques certeros con el simple objetivo de su propio disfrute y alimentación del morbo. Ella sabía que él se estaba levantando, sabía que comenzaría a demostrarle toda su sapiencia y sus desventuras, sabía que se merecía todo lo que le sucedía. Sin embargo, ella no se merecía vivir el resto de su vida con un inválido egoísta, autocompasivo, siempre en busca de atención, cosa que ella estaba decidida a no entregarle.

- ¿Vas a venir a desayunar?, ya tenés caliente el café con leche.- Le gritó desde la planta baja. -¡Apagá esa porquería que pusiste y vení de una vez, que el desayuno se enfría!-

El hombre, en su intento por ser hermano y en su intento por ser hombre, se quedaba masticando las palabras que de sus pensamientos afloraban como cardos y ortigas, que querían salir sin filtros, que pugnaban por colarse entre alguna abertura de las vendas, por los yesos, por el cuello ortopédico, porque estaba completamente envuelto, excepto en las zonas de las articulaciones y sus genitales, que quedaron liberados gracias a la lucidez de uno de los traumatólogos que lo sugirió. Propenso a los continuos accidentes, que por cierto siempre tenían como consecuencia desde esguinces, fisuras y hasta quebraduras en sus huesos largos, cortos y planos también, Elmira ya no le prestaba atención, para qué, si siempre iba a estar así, si se curaba, iba a volver a accidentarse y a lamentarse de su desgracia. Todas eran desgracias para Segismundo, varios fracasos matrimoniales dejaron hijos desparramados por el mundo con madres que ya no tenían los cuerpos de Venus que él había adorado. Seres viles, bajos, decrépitos que osaron modificar su cuerpo luego de haber parido a sus herederos. Ya no tendría, desde que sufriese de hemiplejía, agravada con un problema que requería la extracción de líquido de su cerebro a través de una válvula insertada en su cráneo, la posibilidad de mantener relaciones sexuales como manda la naturaleza. -Ya no puedo coger, no se me para esta salchicha hervida.- Pensaba; y en eso se aferraba para persistir en aleccionar a sus ex, demostrando su delgadez, que esa sí la mantenía, no como ellas, que habían quedado gordas y deformes.

-Vamos, pedazo de infeliz, ¿vas a bajar? Le volvió a gritar Elmira mirando desde la puerta del comedor sin levantarse de la silla, es decir, estirando lo que el cuerpo le daba para observar el espectáculo que sobrevendría. Porque no es lo mismo tener un hermano hemipléjico con dormitorio en planta baja que en planta alta. -Poné Damas Gratis, Sin Bombacha, que esa sí que levanta el ánimo, vamos, que te estoy esperando- Le dijo, mientras mojaba el pan con manteca en el café con leche y se quedaba observando.

Segismundo había desarrollado una técnica para descender las escaleras, de acuerdo a las posibilidades que le proveyesen los yesos y vendas de turno, aunque la parálisis ya la tenía para siempre, el caso es que al tratar de movilizarse en el sillón de ruedas, éstas derrapaban con una soltura digna de piloto de pruebas y acrobacias varias; giraba los rodados y, por cada giro, solamente avanzaba unos míseros centímetros.

Con sus mejores recursos de estilo le profirió a su hermana una soberana puteada, ya que él no era afecto a decir sin filtros todo lo que pensaba, pero lo pensaba, y como fue dicho antes, bien pensados los malos pensamientos. Su hermana con malas palabras y él con malos pensamientos. Dúo difícil de sobrellevar pero bastante más sencillo de comprender desde afuera, tratando de no mezclarse en sus cosas, que eso tendría consecuencias nefastas para el equilibrio emocional de cualquiera. Una vez que comenzó a sonar damas gratis, con el notorio beneplácito de Elmira y el disgusto de Segismundo, los derrapes lo llevaron hasta la escalera para comenzar el descenso, lo cual, usted lector, imaginará como tarea a simple vista imposible. Diríamos que grotesca, ruin, baja, en posiciones tragicómicas diríase que esta especie de hombre bajó los escalones, sin saber que su hermana, ya había hecho reparar la silla que está adosada a la baranda. Elmira se divertía al verlo, se regodeaba de verlo en su arrastre y también observarlo treparse solo, a la silla de ruedas de la planta baja.

Nuevamente derrapó, mucho esfuerzo le llevó llegar a la mesa del desayuno, por cada giro normal de las ruedas debió realizar cuatro, que para más precisión serían unos tres y medio, por el diámetro de los rodados en relación a los centímetros recorridos, que si el piso no hubiese estado perfectamente encerado y lustrado, su vida sería más sencilla en este aspecto, en fin, llegar a la mesa, con los aromas familiares de antaño, lo llevaron a su infancia, a esos años en que la vida era vida con mamá mimándolo a él y torturándola a Elmira, que para eso era mujer.



lunes, 8 de agosto de 2011

Soneto: Aunque no quiera

Aunque no quiera que esto que es tan mundo
me quite el sueño y quede y quiebre el alma
y quede en cada golpe de mi calma
me galopa, guerrero furibundo.

Será por la desidia de lo inmundo
será y aunque no quiera y quiebre calma
como el viento rendido ante la palma
vencido él, mas no el tronco fecundo.

Cuánto golpe certero y esquivado
que amorata la carne, aunque no quiera
y aunque no quiera aún sea depravado.

He querido mirar hacia otro lado
y he doblado mi cerviz cual palmera
pero nunca mi honor será quebrado.

Soneto: Destino

Forjaré mi presente, proyectado
en inciertas razones arriesgadas
atrevidas y libres, sosegadas
después de hacer su vuelo arrebatado.

He sido temerosa, lo he notado,
el miedo forja horas rezagadas
cúmulo escaso de notas ahogadas
incineré un destino bocetado.

Desde la pira, gritaba el pasado
ardía en pos de un renuevo de voces
no fue lo mismo ya, fue transmutado.

Temores que del antes he burlado,
si el asno se defiende con sus coces
ya no seré un jumento atribulado.

Soneto: Indiferencia

Hoy estoy y no estoy amanecida,
desvelado y tortuoso pensamiento
multiplicado en la premura, siento
que no es tarde tal vez para esta vida.

Me acercaré, despacio, aún decidida
indiferentes ojos a mi aliento
no notan el destino que alimento
aunque el miedo me encuentre enceguecida.

Fui llegando al horizonte de a poco,
trazado desde el tiempo de mi sueño
ilusiones sutiles que hoy evoco.

No me miras, lo sé, pero me empeño
en crecer, y en crecer no me equivoco
el árbol crece aún cortado en leño.

sábado, 6 de agosto de 2011

Piropos sin copipasteado, originales del Ánfora Etrusca

* Quisiera ser el lecho que contenga el río marrón de tus ojos.
* Parece que este cielo despejado se ha quedado a vivir en tu mirada.

* Veo que tus ojos dan luz verde, para continuar con la esperanza de que algún día, llegue al destino de tu corazón.

* Si esa boca no pronuncia mi nombre, nunca más podré decir que existo.
* Disculpame, me perdí en las dimensiones de tu espalda y la sensualidad de tu nuca, ¿me decís cómo llegar a tus brazos?

* Creí que estaba en San Martín y Rivadavia, pero creo que llegué al infierno porque estás ardiente.

jueves, 4 de agosto de 2011

Humor: Reflexiones viscerales pedorras pero útiles

* ¿Por qué todavía no inventaron los inodoros acustizados?

* ¿Por qué al bidet se lo coloca con la grifería contra la pared? Es más cómodo usarlo mirando para el otro lado, sin hacer torsiones para abrir el agua y sin que parezca una penitencia si me siento mirando los cerámicos. La grifería, debe ir adelante, no a espaldas del usuario.

* En contra de las toallas femeninas perfumadas: Saben que estás indispuesta por el perfume.

* Si se inventase el tampón perfumado para flatos, estaríamos en las mismas condiciones que con las toallas femeninas perfumadas: Te delataría el perfume particular que le ponen a los productos íntimos y se agregaría la inflamación intestinal. Voto por un filtro para flatos. Otra necesidad.

* Otro invento y tomen nota los genios: Un traductor eructo-suspiro, algún adminículo o artilugio disimulado, que permita transformar la ferocidad del eructo en sonidos agradables a elección del eructante.

* El clarividente, ¿tiene ojos claros?

* Super Hijitus, ¿era el anhelo de Ferré de crear una raza de hijos que se sintieran superéroes por vivir en los caños, aliados de la justicia del 'rempimpoloteo', cuyo único compañero fiel fuese un perro y no tuviesen padres?

miércoles, 3 de agosto de 2011

Superación y hartura

Dejaré de apretar los dientes
cuando al fin rompa los platos
cuando reviente cada uno de los vasos
y patee las puertas hasta cansarme por no poder gritarte ahora.

Oculto

Apareció el lado oscuro del sol
nadie lo sabía
excepto mi sombra.

¿Jugamos con fuego?

¿Jugamos con fuego?
Da lo mismo el hielo
salvo que tu risa no es sonora.

Paciencia

Carcajadas
bocota abierta ladra
gime como llanto
expulsa toses
de tabaco.

Y el gesto incierto
de las lágrimas
esperando
esperando
esperando.

La situación es simple,
dejar que estalle una cabeza
es cosa de altruistas.

sábado, 30 de julio de 2011

Columna XX (equis equis): CUADRADILLOS

“Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;”

Redondillas, Sor Juana Inés de la Cruz, allá, por finales del 1600.


La situación parece ser paralela actualmente, con lo que sucedía hacia la segunda mitad del S. XVII, cuando nuestra amiga Juana escribía en un convento. La propuesta es actualizar los vocablos sin perder el sentido que los originó, cosa que no será demasiado complicada ya que parece que no hay nada nuevo bajo el sol.

Muchos recordarán las famosas “Redondillas” y si no las recuerdan, las iré copiando para que pueda notarse la similitud entre el S XVII y el XXI. Estas estrofas, están tan vigentes y omnipresentes como trasero de bailarina del “bailando”, y de la misma manera siguen firmes como tales pompas que, a sacudones, se ganan su lugar en el mundo.

¿Qué decía Sor Juana? Bien, vamos por partes, decía Jack el Streepper d’or (véase esto como actualización jocosa de Jack el Destripador).

“Hombres necios que acusáis /a la mujer, sin razón, /sin ver que sois la ocasión /de lo mismo que culpáis; /si con ansia sin igual / solicitáis su desdén, / ¿por qué queréis que obren bien /si las incitáis al mal?”: Muchos hombres, demuestran ser unos energúmenos sin raciocinio, cuando andan por ahí juzgando mal a las mujeres que dan el sí, a la propuesta que, básicamente, se relaciona con tener sexo sin mayores prolegómenos, cuando, en realidad, buscan y desean que les digan que sí.

“Combatís su resistencia / y luego, con gravedad, / decís que fue liviandad / lo que hizo la diligencia”: Ante una negativa, se arrastran, buscan, insisten, insisten, insisten... y después, dicen que les resultó fácil, cuando, en realidad, consiguieron el objetivo luego de durísimas negociaciones.

“Parecer quiere el denuedo / de vuestro parecer loco, / al niño que pone el coco / y luego le tiene miedo.”: Este género, clase, estilo, tipo (en definitiva) de hombre; piensa de manera tan incoherente y contradictoria, como un nene que se hace el valiente, pide que le dejen ver una película de terror y después se va a dormir a la cama con sus papis porque se muere de miedo.

“Queréis, con presunción necia, /hallar a la que buscáis /para pretendida, Thais, /y en la posesión, Lucrecia. /¿Qué humor puede ser más raro /que el que, falto de consejo, /él mismo empaña el espejo /y siente que no esté claro?”: Resulta que entonces, este tipo de hombre, parece que siente que tiene que elegir el bocado correcto en el mismo lugar en donde come y defeca (según su pensamiento, claro)

“Con el favor y el desdén /tenéis condición igual, /quejándoos, si os tratan mal, /burlándoos, si os quieren bien.”: Generalmente les da igual la respuesta a la hora de su valoración: Si dice sí, es una mina fácil; si dice no, es una reprimida histérica. Todo mal.

Queridas XX, “esos” hombres no están bien de la cabeza, los hay mejores. Las Redondillas continúan, pero hasta acá llegamos: Si quieren más, me avisan.

sábado, 9 de julio de 2011

Hehehehe, slurp

Para mi hermana Marisa.

Con mi hermanita jugábamos mucho de cachorritos. Nos dejaban sueltos en el exterior de la casa, que era enorme, claro; vivíamos en un club y había muchísimo terreno para correr sin peligros. Nos gustaba hacer muchas cosas, porque nos metíamos en el frontón, en las canchas de tenis, en el campo de golf, hasta nos animamos unas cuantas veces a meternos en la piscina. Varias de esas incursiones fueron violentamente reprimidas a ojotazos, no entiendo la discriminación si la gente también deja sus pelos en el agua. Así que nos abocamos, precisamente uno de esos días de piscina, a jugar entre las hamacas, sube y bajas y el tobogán. ¡Eso era excelente! Todo lleno de arena para nosotros y lleno de chicos que nos mimaban; ¡qué buenas épocas! Acá, donde vivimos ahora tenemos que tener un cuidado bárbaro para salir a la calle porque está lleno de autos y tenemos que esperar que nos saquen a pasear, con la correa, e ir hasta la plaza. Extraño la libertad que tenía en el club. ¡Allá estaba lleno de árboles! ¡Era un felpudo infinito de césped, verde y esponjoso! Yo tenía mi árbol favorito, pero como varón, me correspondía poner los límites a nuestro territorio así que TODOS los árboles de los alrededores tenían mi olor inconfundible. Pero la arena... el arenero de los juegos... suavecito y tibio en invierno era tan tentador que me resultaba imposible no dejar mis excrementos ahí. Todo un drama, aparentemente.

"Colo, ¡Colo!", me sacaban de vuelo cuando me veían, yo trataba de taparlo, la vi a la gata haciéndolo pero ella es viva... No sé cómo hace para que no se den cuenta que ella también defeca ahí mucho más que yo, y después me echan toda la culpa. Mi hermana, Coca; como habrán observado somos Coca y Colo; los gatos se llaman Fernet y Branca... En fin, para qué voy a comentar algo sobre eso; el caso es que definitivamente, para ciertos casos en que se requiere discreción, me gustaría ser gato. Son tan independientes, sigilosos, astutos... Nosotros somos más atolondrados y quedamos en evidencia todo el tiempo. Un poco de bronca les tengo porque nunca logré treparme al ceibo en donde terminaba la carrera persecutoria. Me cansaba de ladrarles, los amenazaba con comerles la comida y hacerlos morir de hambre, después les prometía que no les iba a hacer nada; pero ellos no bajaban nunca. ¡Claro! Ni problema se hacían por la comida, si todo el tiempo se la pasaban cazando pajaritos, esos que a mí me picoteaban la cabeza. Soy medio gil, o buenudo, como dice la mamá de Pablito, mi amo, ella dice que no soy bueno del todo ni bol... no me acuerdo, pero me dice buenudo.

Lindas épocas, después de todo. Pero como estaba comentando, mi hermana Coca era la que inventaba las nuevas formas de juego. Ella era y sigue siendo la cabeza pensante en momentos en que no tenemos nada que hacer, y esto es casi todo el tiempo entre comer, tomar agua y dormir. No andamos de vigilantes, para nada. Para eso los trajeron a Red y a Bull; sí, ya sé... tampoco vale la pena mencionar acá lo habilidosos que son para ponernos nombres; ellos son los que meten miedo, dos enormes bull dogs que hasta nos retan a nosotros, se abusan porque somos dos caniches, pero que no se hagan los vivos, porque yo sé muy bien dónde morder y que les duela, y muuucho. Hehehehe, el caso es que Coca se había dado cuenta de una cosa: Cuando íbamos a jugar al tobogán, los chicos nos levantaban y nos ponían arriba de todo y nos largaban por la rampa, uno de ellos, desde abajo nos atajaba. ¡Guau, era lo más! Pero ella, atrevida, osada y un poco irresponsable, no quiso que la atajaran así que cuando estaba deslizándose en sus cuatro patas hacia abajo rumbo a los brazos de algún niño se le ocurrió ladrarle y mostrarle los dientes con mucha bravura ¡Hahahaha! ¡Es terrible Coca! Y el chico se asustó y la dejó pasar de largo... Fffffuuuuaaaássss, puf. A la arena y de trompa; se hizo un silencio sordo. Yo me quedé atónito y me acerqué a olerla y a ver si se había lastimado para lamerle las heridas. Coca no se movía. Lo que pude ver primero es que su vientrecito se agitaba mucho, mucho como si se estuviese ¡riendo! ¡Qué bárbara! Levantó la cabeza y empezó a los gritos: "¡Hahahaha! ¡Guauuu! ¡Grruauuu! ¡Otra vez!" Y la vi muy decidida, subiendo los escalones del tobogán, llegar hasta arriba de todo, mirar la arena con decisión y de nuevo fffffuuuuaaaássss, puf. Ahí me animé yo también, qué tanto, los sacamos a los chicos de ahí, bueno, la verdad es que se acercaron chicos y grandes pero no para usar el juego sino para vernos y divertirse con nosotros.

Extraño el club. Ahora nos aburrimos bastante en esta casa, que tiene patio de cemento y macetas. Ahora me cortan las uñas para que no raye el piso de madera y no me puedo trepar a ningún lado. Fernet y Branca más o menos la llevan mejor porque se saltan el tapial. Se trepan por las plantas y se van quién sabe a dónde. Yo quiero volver al club.